La mujer se detuvo en la puerta del restaurante y dudó. La luna plateada se deslizaba despacio
sobre el manto oscuro de un cielo sin estrellas. La brisa meció su dorada cabellera
acariciándole la espalda y el silencio de la noche la estremeció obligándola a entrar. El lugar
estaba repleto de comensales bulliciosos que disfrutaban la cena sin reparar en su llegada. El
vestido ceñido a su cuerpo de sirena reflejaba en sus cristales diminutos la tenue luz de las
lámparas en forma de tulipán, que salían del techo iluminando las mesas.
El nuevo camarero la había visto llegar y la observaba con curiosidad. Llevaba el cabello
peinado en ondas, adornado con un tocado brillante cerca de su oreja. Maquillada con
perfección, parecía salida de una revista con aquel traje blanco perla, con escote en forma de
corazón y la falda ajustada hasta las rodillas. Tenia hermosas piernas y sus zapatillas brillantes
la hacían lucir como una princesa. Se movía con lentitud y miraba confundida a su alrededor
como si buscara a alguien. Caminó despacio hasta llegar a la mesa del fondo en una esquina y
tomó asiento. Benito llevaba un día trabajando en el prestigioso restaurante Lamucca de
Almagro y quería hacerlo bien, así que se acercó con diligencia hasta donde se había
acomodado la recién llegada.
Los ladrillos antiquísimos que recubrían las paredes albergaban bien el frio, pero allí se sentía
más, pensó Benito. A medida que se acercaba a la mujer, comenzó a sentir en el ambiente un
intenso olor a flores. ¿Orquídeas quizá? “Debe llevar puesto perfume con ese aroma” se dijo.
Buenas noches. ¿Desea ordenar?- preguntó Benito con su voz más elegante.
¿Ordenar? No. Vengo por mi ramo.-contestó la mujer después de levantar la vista y
mirar a Benito con extrañeza.
Su voz de terciopelo le pareció apenas un susurro así que desconcertado por su respuesta le
pidió que repitiera lo que había dicho. Los comensales parloteaban incesantes a pocos pasos y
quizás él no había escuchado bien. La mujer repitió su pedido, “vengo por mi ramo… orquídeas
en color lila ¿recuerda?”
Benito, miró sus ojos que brillaban como inusuales esmeraldas. Le dijo que volvería
enseguida y se acercó a otro camarero que atendía una mesa cercana.
Miguel, ¿me ayudas con la mujer de aquella mesa? Creo que ha tomado de
más, viene buscando un ramo.-dijo Benito sin dejar de mirar de reojo a la
mujer.
¿Qué mujer Benito? ¿Estás tomando tú? Esa mesa está vacía.-respondió su
compañero siguiendo su camino.
Benito lo miró confundido y cuando volteó hacia la mesa, efectivamente no había
nadie. Miró a todos lados sin encontrarla. El olor a orquídeas había desaparecido.
Ana, otra camarera, se acercó a Benito al escuchar la conversación.
¿Has visto a Astrid? No te asustes, está muerta, pero es inofensiva. La
atropelló un auto de camino a su boda y nunca pudo recoger su ramo en la
floristería que había antes aquí. Viene a veces…no todos la ven.