Si están aquí por la investigación o para preguntarme qué le pasó a Matilda, lo siento, pero como he dicho en otras ocasiones, no puedo ayudarles. Sin embargo, si lo que buscan es una visión de la historia, yo puedo darles la mía.
Ocurrió el otoño del noventa y siete, nos encontrábamos en sexto curso, a un paso del instituto. Nos llamaban el trío de la biblioteca; porque prácticamente pasábamos los recreos allí, leyendo cuentos y recreando historias, con una especial predilección por las de terror. No había secreto que los tres no compartiésemos.
Vivíamos en un pueblo pequeño y como tal, el colegio era antiguo. A pesar de ello, poseía una gran biblioteca, con estanterías altas, libros repletos de polvo y pocos ventanales. Aquel día Matilda encontró algo, un viejo libro en una sección no catalogada, con tapa simple y opaca, no poseía título, y las páginas no estaban ordenadas, algunas escritas en lo que parecía ser un castellano muy antiguo y otras ni si quiera estaban en un idioma reconocible, los dibujos eran truculentos y siniestros, no tenían una forma concreta y se sumergían en la oscuridad del fondo del papel. Recuerdo que Teresa siempre proponía averiguar más, pero en este caso nos pidió que lo dejásemos donde estaba. Esa tarde de camino a casa Matilda dijo que quería enseñarme algo, abrió la mochila y allí estaba. Aquella acción me pareció inusual en ella, nunca cogía libros y menos sin permiso, pero no lo di importancia, simplemente le aconsejé que lo devolviera.
A la mañana siguiente Matilda no apareció por el colegio, pero supusimos que estaría enferma. Tres días más tarde la profesora de matemáticas nos llamó para pedirnos que fuésemos a visitar a Matilda después de clase. Sé que lo que voy a contar ahora puede ser negado por escépticos pero lo que yo presencié aquel día aún aparece en mis sueños más tenebrosos algunas noches. Nada más entrar en la habitación de Matilda, Teresa me agarró fuerte la mano. Matilda lucía despeinada, pálida y con la mirada perdida, sentada a los pies de la cama. Murmuraba, parecía no vernos y tampoco escuchar la voz de su madre, la cual nos había contado minutos antes que los médicos no habían encontrado una causa clara para lo que estaba sucediendo. Ha tenido episodios de epilepsia pero nunca antes había pasado, no come ni duerme, se levanta por las noches gritando y susurrando cosas extrañas, da vueltas en círculo y mira al techo constantemente, ayer se cortó ella misma con un cuchillo y tuvimos que atarla; es como si hubiese perdido la cabeza.
Una semana más tarde encontraron a Matilda muerta, algunas personas dicen que la expresión con la que falleció fue tan horrible que sus padres ni si quiera hicieron un velatorio para despedirla. Si me preguntan si pienso que aquel libro tuvo algo que ver, mi respuesta es afirmativa, pero si quieren saber más deberíamos remontarnos a la noche del 28 de octubre.