Segundo Premio del Concurso de Relatos para empleados de Lamucca 2018, por Lucrecia Cecchi
Aún sigo con los ojos pegados. Tengo la costumbre de dormir con las persianas abiertas, necesito algo de luz porque, si no, me cuesta mucho despertar. Suena la cuarta alarma de mi móvil (aprovecho este momento para confesar que tengo un TOC: todas tienen que terminar en número impar) Pero, aun así, sigo dormida, porque sé que se viene una alarma más.
Todavía no caí en la cuenta que sigo en mi sueño. Siento el olor de las tostadas recién hechas de mi padre, ese era el mejor despertador del mundo. Solo pensar en que las voy a untar en mantequilla y luego, sin que él se dé cuenta, las meteré en la azucarera ( llenando ésta de migas) se me hace agua la boca.
¡Arriba! a ducharse, que es la hora de ir a currar y me acabo de dar cuenta que estaba soñando con las mañanas de mi pueblo.
Menos mal que era un sueño porque, para variar, estoy a dieta. STOP HARINAS la llamo. Pero vamos, los que me conocen bien saben que un café con leche (de soja porque siempre me gusta ir a la moda) y un pinchito de tortilla por la mañana con un trozo de pan, es mi debilidad.
He cruzado el charco para aprender algunas cosas sobre este maravilloso país: que los gallegos son los ciudadanos que viven en Galicia y no todos los ciudadanos de España. Que el pincho de tortilla es la mejor comida que tienen, en todas sus versiones y a cualquier hora (eso sí… para mi poco hecha). Que en Andalucía, aunque pidas un café con leche templada te lo ponen hirviendo. Que al decir “me corro un poquito” me miran raro y que Concha es el diminutivo de Concepción (esto en el Rio de la Plata seria inimaginable).
Soy de pueblo. La famosa gorda de pueblo (porque yo, aunque me ponga a dieta, jamás voy a dejar de comer) que salió de allí con 17 años, siempre buscando un infierno grande. Primero, Buenos Aires y luego, Madrid (el día que cruzas el charco te das cuenta que son hermanas siamesas separadas al nacer)
Y ahora la gorda está aquí, en su habitación de piso compartido (pero en el barrio de Chamberí, ¡que se dice pronto! – os confieso que nunca entendí esa frase ¿alguien me la explica?) siguiendo los pasos de mi abuelo, pero a la inversa y en lugar de cruzar el atlántico en barco lo hago en avión y en vuelo directo, que luego con las escalas te gastas un mogollón de pasta en café y croissant o en un imán para decir que has estado en ese país (aunque no hayas salido del aeropuerto).
Busqué en Google el significado de superación y me encontré con que es el vencimiento de un obstáculo, la mejora en la actividad que una persona desarrolla o en sus cualidades personales.
Pero para mí superarse es esto: sentarse un día y escribir un relato, empezar de cero las veces que haga falta sin tener vergüenza o, simplemente, despertar cada mañana y recordar que soy feliz.