- Nunca me ha gustado ese chisme- dijo José acariciando suavemente el marco bañado en oro que decoraba el espejo de mi habitación.
- Es bastante viejo, perteneció a gran parte de mi familia, no es muy bonito pero cumple su función- respondí sin prestar mucha atención a lo que decía mi mejor amigo.
- No, no es eso, ¿acaso nunca te han dicho que no se debe dormir con un espejo cerca?- alcé los hombros y el torció el gesto en señal de desaprobación- mi abuela siempre me decía que los espejos sirven como punto de conexión entre el mundo de los vivos y el de los muertos y que no se debe dormir con uno cerca.
- ¡No me digas que te crees esas historias de fantasmas!- esta vez el que alzó los hombros fue él y entendí que era mejor callarme.
- Será mejor que me vaya, se ha hecho tarde.
Le acompañé a la puerta y decidí que era hora de irme a la cama, así que me puse el pijama y me dispuse a leer una novela de terror.
Miré al espejo durante unos segundos y sentí un poco de angustia, aun que rápidamente rechacé ese sentimiento. Solo eran historias de fantasmas. Al cabo de un rato mis ojos empezaban a cerrarse y el libro a escurrirse de mis manos así que apagué la luz y me fui a dormir.
Si me hubiesen dicho lo que iba a pasar, nunca hubiese hecho eso, tal vez habría cogido un cuchillo de la cocina, tal vez habría dejado la luz encendida y un ojo abierto toda la noche. Pero nadie me lo dijo y me costó entenderlo cuando, a la mañana siguiente, los finos rayos de sol que se colaban entre mis cortinas me despertaron, seguía en mi cama y todo parecía completamente normal hasta que me miré en el espejo, fue entonces cuando lo vi, al otro lado, una persona idéntica a mi, pero que bajo ningún concepto era yo se levantaba, recogía mis cosas y se ponía mis vaqueros favoritos.
Asustada miré a mi alrededor y me percaté de que estaba rodeada por el más absoluto vacío y que en el centro del mismo se encontraba una enorme cama y el espejo, ya no había luz, ya no había cortina, solo silencio.
Entonces, en medio de todo aquello, escuché el timbre sonar al otro lado y una punzada de dolor en el pecho me hizo dar un paso atrás, cuando esa cosa salió de la habitación y pude oír como daba la bienvenida a José.
Volvió, se puso el abrigo y mirando al espejo me guiñó un ojo y entendí que ahora esa sería su vida y que las historias de fantasmas siempre tienen algo de verdad.