Esteban se despertó, había dormido muy mal, tardó en conciliar el sueño después de la paliza que le propinó su padre. No pudo evitar uno de los golpes que le asestó con un martillo, le dolía el muslo derecho y tenía un moratón que tardaría mucho en curar. No volvería a bañarse en el arroyo cuando estuvieran las chicas delante hasta el próximo verano. Estaba deseando abandonar aquella vida y emprender una nueva, libre de violencia. Tenía tantos sueños acumulados a sus diecisiete años que no podía hacer más que desear el paso del tiempo y cumplir la mayoría de edad para poder independizarse. Caminó con torpeza hasta el cuarto de baño. Pasó por el dormitorio de sus padres, su padre estaba en la cama, la puerta entreabierta; era una persona tosca y desprovista de inquietudes, el suelo estaba lleno de latas de cerveza vacías. Desde el pasillo podía ver el salón, su madre estaba en el sofá, veía uno de esos programas matinales sensacionalistas, hablaban de un macabro crimen. Olía a marihuana en toda la casa, su madre estaba fumando, seguramente ése era el tercer porro que se fumaba en lo que iba de mañana, era una mujer sin ningún contrato legal, en algún momento de su vida vendió su cuerpo y ahora pasaba su vida esperando a que su borracho marido volviera de los largos viajes en camión que pagaban sus vicios. El chico llegó al baño y cerró la puerta, mientras orinaba se miró con espanto las magulladuras de la noche anterior, su padre era incapaz de escuchar la verdad y menos si venía de su propio hijo, no sirvió de nada decirle que no podía seguir así, que debía dejar de beber, la violencia lo poseyó y el resto: golpes con cualquier objeto en el cuerpo del muchacho mientras su madre estaba tan colocada que no se daba cuenta de nada. Se acercó al lavabo y miró su rostro, tenía una bonita cara, unos ojos verdes muy grandes pero estaba desprovisto del desenfado juvenil, parecía cargar con todo el peso del mundo, era un rostro triste. Se acercó más al reflejo, tenía pequeñas heridas de cristales en uno de los pómulos y la frente, el labio tampoco estaba bien. Se acercó más y más, con espanto no se reconocía, levantó primero una mano y luego la otra, el cristal parecía líquido. Era una extraña sensación, un sentimiento de soledad lo inundó, el vacío se apoderó de él; pudo atravesar el cristal con las manos y sintió un cosquilleo que enfriaba sus dedos. Subió el lavabo y atravesó el espejo. No podía creer lo que le había pasado, por unos segundos vio su baño desde el otro lado, luego solo era un espejo de un baño diferente. Todo era diferente. Vio que era de noche aún allí, era una casa más bonita y cuidada, era un hogar. Recorrió las habitaciones y observó las fotos familiares, era su familia pero era diferente, había amor.