Encontrándome yo aburrido en mi apartamento me conecte a revisar mis redes sociales. Entre las diversas publicaciones algunas de ellas noticias, otras vivencias y, por último, pero no menos abundante, las tonterías. Y fue aquí y por sorpresa mía, que capto mi atención la historia sobre un gato negro, mejor dicho: llamo mi atención la persona que compartió esta publicación y cuyo nombre directamente encendió mi curiosidad, Berenice. Berenice pensé y mi mano cliqueo voluntariamente y su imagen ocupo el centro de mi pantalla. ¿Que tenía esta tal Berenice que me atrapo durante cuatro horas mirando su sonrisa?... esos dientes, pensé; esos dientes blancos y me dormí.
El viernes camino al trabajo no pude quitarme esa imagen de la cabeza. Tenía que volver a casa y así hice. Desde las diez de la mañana me senté frente al ordenador y sentí el alivio de volver a verla, a Berenice. Impulsivamente recorrí su perfil, todo lo que comentaba y todo lo que publicaba. Mire cada una de sus fotos. En mi pantalla se veía tan viva y a la vez tan inmóvil. Me entro hambre y pare para comer, al rato cogí las cosas y me senté a comer frente a Berenice. ¿Cómo sonara su voz?
El sábado desperté sin necesitar el despertador, había un despertador dentro de mí que me había levantado de la cama, preparado un café y colocado frente a Berenice, eran las siete de la mañana. Volví a revisar las fotos, terminé y volví a empezar. Pasaron las horas, dos y tres así hasta que se hizo de noche. No hizo publicaciones, no subió fotos, el sábado no dio señales de vida, y fue entonces cuando la gran duda irrumpió en mi cabeza, esa pregunta que me tendría en vilo todo lo que quedaba hasta el alba. ¿Necesitara ayuda?
Volví a revisar de nuevo todo aquel mapa de fotos y comentarios que me llevaría a Berenice. Apunte las zonas donde solía hacerse las fotos, así como publicaciones compartidas con sus amigos, y poco a poco empezó a coger forma dicha odisea. Ella salió de su casa y fue al parque que hay al lado del Pub Valdemar. Allí me encontraba, era un parque lleno de adolescentes con esas máquinas raras para hacer ejercicio. Me coloque detrás de un arbusto, evidentemente para no llamar la atención con mi presencia. La vi.
Sobre las cuatro y media de la noche yo seguía detrás de mi arbusto contemplado dicho pub. ¿Por qué no sale? Al fin Berenice estaba en frente de mí. Ese despertador que llevaba dentro desde hacía días se disparó. Igual que mis dedos con el ordenador mi mano por propia voluntad… su voz no era como imaginé, y se movía por dios que se movía no como en las fotos, además, ya no sonreía, al menos cuando me fui de ahí, salí satisfecho, ella volvía a parecer una foto alegre de mi ordenador, tan inmóvil, tan quieta, tan llena de vida pero muerta.