El cuidador de tumbas
Eran pasadas las 5:30 p.m. cuando Simón Fajardo cerró las rejas del cementerio. Los últimos días de invierno habían sido brutales. Las temperaturas en las montanas se sentían más que en el valle de la ciudad. La pequeña cabaña donde Laurel había vivido por diez años; quedaba sólo a unos pasos de la reja del cementerio. Los viernes por las noches algunos chiquillos pasaban en las bicicletas a mover las cadenas del portón. Laurel no le prestaba atención. Querían asustarlo, pero a su edad y viviendo por tanto tiempo en el cementerio nada de eso le sorprendía. Eran pasadas las dos de la mañana cuando escuchó de nuevo las cadenas de la puerta. Siempre les había pedido una pistola a sus jefes; para espantar a los ladrones de huesos, pero estos repetían siempre lo mismo: que ahí todo el mundo ya estaba muerto. Caminó unos pasos, pero no vio nada. El frío estaba infernal hasta las estrellas parecían haberse ido a dormir. Llegó a las rejas, pero tampoco vio nada. Un perro con ojos asustados lo miró sin ladrar. Sin embargo, ladró en dirección a la cabaña. Al caminar unos pasos escuchó de nuevo las cadenas como si alguien las estuviera moviendo. El perro gimió para salir corriendo. Laurel siguió sin ver nada. Prendió la linterna y alumbró alrededor de las tumbas. En ningún momento supo el por qué se detuvo y leyó el epitafio en una lapida frente él: Alvarado Mojica Torres “Aquí no pertenezco, si me entierran los alcanzaré algún día.” Laurel no entendió, pero le llamó la atención la fecha. 19 de marzo del 2020 esa fecha aun no había ocurrido. Hoy era 6 de diciembre de 2019. Tampoco recordaba haber visto antes esa tumba. Tocó alrededor y vio como el cemento aún estaba húmedo. Miro a la cabaña y vio como si alguien estuviera frente a la estufa. Pensó que quizás los chicos habían logrado entrar. Estaba furioso. Este sería el momento de tener un rifle o una pistola.
Laurel había perdido a su esposa y a sus tres hijos en un accidente automovilístico. Los visitaba constantemente que cuando el cuidador anterior falleció; él tomó su puesto. Así pasaba todo el día con ellos en el cementerio.
Se acercó a la cabaña, pero llamó dos veces antes de entrar, vio una sombra moverse al lado de la estufa. Encendió la luz y alumbró con la linterna. No vio nada. El sillón frente al televisor se movía tal como si él estuviera ahí. No supo en qué momento vio a un hombre con un sombrero traspasar su cuerpo. Cuando despertó se encontraba dentro de un ataúd y escuchaba como la mescla de cemento caía sobre la madera. Gritó y gritó hasta que no tuvo más oxigeno y murió. Laurel Fajardo murió el 19 de marzo del 2020 pero aún no habíamos llegado a esa fecha.