¿Cuál es tu límite de dolor?
¿Hasta donde y cuanto eres capaz de aguantar el dolor?
¿Quieres que lo comprobemos juntos?
No, no hace falta que digas nada. Se que te gustaría irte. Tus ojos, tu mirada suplicante me dicen que no lo sabes, que no quieres saberlo.
Te veo muy confundido y creo saber lo que estarás pensando. Miras a la pared que tienes enfrente y solo ves objetos raros que desconoces. Piensas que los voy a utilizar de alguna manera para hacerte daño. Tu confusión te lleva a tener miedo y no sabes lo que yo estoy pensando hacer contigo. Lo que yo ya tengo decidido hacer contigo.
Podría inflingirte mucho dolor, físicamente te llevare al límite y créeme, podrías aguantar mucho más de lo que te imaginas. No porque tú te creas muy fuerte, sino porque yo sabré administrarte el dolor preciso, exacto, para mantenerte consciente del daño que te estoy haciendo.
Pero no me interesa ese tipo de dolor, quiero ir más allá, quiero hacerte pensar en el dolor. Quiero que cuando te deje ir, te acuerdes en cada momento de tu dolor, del dolor de tu alma, de tu miedo a sufrir, a intuir mi presencia en cada lugar donde vayas.
¿Cuánto tiempo crees tú que voy a estar contigo?
Un día, dos ¿tres quizás? Eso es lo de menos, tu idea del tiempo ya no es importante, yo soy dueño de tu tiempo, de tu noche, de tu día, de tu descanso, de tu sufrimiento, de tu dolor, de tu desesperación. Vas a saber lo que es la eternidad de un minuto a través del un dolor sin fin.
¿Oyes este ruido?
Es la puerta al abrirse. Cuando lo oigas la próxima vez, todo tu cuerpo temblará, todo. Es la última vez que oyes mi voz. A partir de este momento, solo oirás, sentirás mi presencia, mis pasos, el ruido de esta puerta. Prepárate para un sufrimiento sin fin, sin límites y no albergues ninguna esperanza. Cuando salgas de aquí, ya no te acordarás quien eres, ni como eras.