Debajo del edredón y tapado hasta la cabeza Ignacio se siente seguro. A sus 8 años no se acaba de creer eso que dicen los adultos de que los fantasmas y los seres malignos no existen. Él sabe que sí. Cada noche lo escucha; un prolongado gemido que le hiela la sangre recorre las escaleras del edificio donde viven.
Se ha despertado porque tiene ganas de ir al lavabo pero no se atreve a salir de su cama. Mira la hora en el reloj de Star Wars que le regaló su padre por su cumpleaños; las 3'51h de la madrugada. Quedan pocos minutos para volverlo a oir, pero si no va al lavabo se acabará meando encima y sus padres se enfadarán. Las 3'52h. Se destapa. Salir de la cama, ponerse las zapatillas, ir corriendo a orinar y volver antes de las 3'59h, antes de escuchar de nuevo ese prolongado gemido. Ese es el plan para el que debe armarse de valor. Su habitación está en el pasillo de entrada al piso, a pocos metros del lavabo. Se sienta en la cama y enciende la luz de la mesita. Se pone las zapatillas y con un escalofrío que le recorre todo el cuerpo se acerca a la puerta de su habitación. Saca la cabeza al pasillo. Hacia la derecha el lavabo; hacia la izquierda la puerta de entrada al piso. Cuenta hasta tres y camina ligero hasta llegar al lavabo. Enciende la luz, entra y cierra la puerta. Suspira. Primera etapa conseguida. Levanta la tapa del vàter y empieza a orinar. Acaba y tira de la cadena mientras mira la hora en el reloj de Star Wars; las 3'58h. El vello de la nuca se le eriza. Abre la puerta del lavabo y apaga la luz. El pasillo está en penumbra, iluminado solamente por la débil luz que sale de su habitación. Solo tiene que caminar unos metros y volverá a estar seguro debajo del edredón. Toma aire, se dirige hacia su habitación y entonces lo escucha; un prolongado gemido que proviene justo de detrás de la puerta de entrada al piso. Mira el reloj; las 3'59h. Se queda petrificado de terror en el pasillo, las piernas no le responden. Lo nota; sabe que detrás de la puerta de la entrada hay algo. El gemido dura diez segundos más y cesa de golpe. Ignacio respira hondo. El corazón le late con fuerza. El silencio absoluto le envuelve. Mira el reloj; las 4'00h. Si no hubiera ido a orinar se hubiera meado encima seguro. Entonces oye unos pasos en la escalera del edificio y ve un hilo de luz entrar por debajo de la puerta. Se relaja. Algún vecino que madruga para ir a trabajar. La normalidad. Se acerca a la puerta de entrada. Se pone de puntillas para llegar a la mirilla y mira a través de ella. Y lo que ve le deja petrificado. Para siempre.