La primera impresión la dejó sin aire. Sesenta metros cuadrados cubiertos de cajas de ropa que recorrió en un instante, eso era un “estudio con muchas posibilidades”. Estaba, sin duda, aquella histeria colectiva de la burbuja de los alquileres madrileños. “Pagar dos pisos es tontería, si total siempre estamos juntos. Podemos pagar la mitad y tener lo mismo”. Sin embargo, lo que le molestaba reconocer era que se mudaba con Miguel porque era lo sensato. Porque llevaban tiempo saliendo juntos, porque estaban en la edad, -la odiosa pendiente resbaladiza hacia los treinta-, tenían estabilidad laboral y, por tanto, tenía sentido. Contra el sentido no podía luchar.
Al contemplar las paredes huérfanas del diminuto salón sintió cómo la invadía el terror ante la nueva vida que había escogido. ¿Cuánto conocía a su novio, en realidad? Conocía a Miguel el abogado, Miguel el del pádel y las cervecitas, el que contaba chistes embarazosos. ¿A quién descubriría ahora? ¿Miguel, el de las duchas largas? ¿El que es egoísta cuando está cansado? “¿Miguel, el que se aburrirá de mí?” La convivencia debía de ser como el monstruo bajo la cama, un viejo conocido al que ahora miraría a los ojos por primera vez.
Su vida se había visto reducida de pronto a una matemática muy simple, pensó mientras terminaba de deshacer la última caja, una fracción, en realidad: “mi mitad de la cama, mi mitad del armario, mi mitad en la baldita del baño”. Incluso la suma de todas ellas resultaba humillante. Tuvo que contener las lágrimas al pensar que no volvería a merecer un número entero hasta que la enterraran en su propio nicho. Eso si no lo enterraban antes a él...
Ausente, se dirigió a la cocina por primera vez, decidida a hacerse su primer café en la casa nueva que pudiera despertarla de aquella ajenidad asfixiante. Servicial, Miguel también había dispuesto los utensilios de cocina antes de su llegada, pero la cafetera italiana había desparecido. En su lugar, una flamante Nespresso aguardaba ser estrenada junto a una pequeña tarjeta manuscrita:
“Bienvenida a casa, princesa”.