Dejaron claro que no me abandonarían.
Alejandrina alargó su brazo tanto como pudo y tiró de mi vestido, con todas mis fuerzas en un
impulso hacia delante conseguí soltarme aunque se rasgó. caí sintiendo un gran golpe en la
frente, cuando desperté en el suelo de mi habitación al pie de mi cama. Solo un mal sueño,
decía mi padre mientras me levantaba.
Intenté olvidarlo durante el día, pero las imágenes estaban impresas en mis retinas esperando
que los cerrara para invadirme. Allí estaban ellas, las dos A, podía olerlas, sentir su frío
espectral, pero no me atreví a hablar de ello para no darle entidad. No quería pensar ahora
como se comportarían por la noche cuando tuviera que dormir sola en mi habitación, pues su
comportamiento era insultante y violento sin importarles que me rodeara de gente. Vinieron
al colegio conmigo, se atrevieron a tirarme el plato de sopa en la comida y exhalaron su aliento
en mi cuaderno de matemáticas en clase cuando Agustina tomó mi mano con violencia y
vapuleándome escribió en él : “Llévame a casa” en letras muy grandes y mal hechas, una y
otra vez una y otra vez hasta llenar hojas y hojas que arrancaba y lanzaba al aire. Entonces
Alejandrina me tiró de la silla de un empujón. La señorita Matilde me castigó de cara a la
pared, y tampoco entonces se separaron, vivían cosidas a mí como mi propia sombra.
Serían las cuatro de la madrugada cuando me desperté al sentir que alguien me atravesaba
con la mirada. El pánico me dio valor para abrir los ojos y allí estaban de nuevo, cada una me
sujetaba una mano al cabecero. No tenía voz, después de intentarlo varias veces al fin salió de
mi garganta algo parecido a un grito, fue lo suficiente para que mi padre entrase rápido en mi
dormitorio, de inmediato me soltaron y se pusieron a su lado. Avanzaron los tres hacia mi
cama. Me hice un ovillo y abrazándome las piernas oculté mi cara entre ellas.
-No tengas miedo a las niñas, hija, tenemos mucha suerte con tenerlas. Mamá se quedó en la
carretera aquella noche, pero el destino nos la ha cambiado por ellas. Prométeme que os
llevareis bien las tres como buenas hermanas. Ellas quieren llevarse bien contigo. Su único
defecto es que están un poco frías.
Su sonrisa espectral no era menos aterradora que sus pupilas dilatadas o su gélido abrazo.
Aunque lo peor seguro que sería mi futuro a su lado.