No hay suficiente espacio para las dos. Es lo único que sabe. Está oscuro. Cada vez que intenta moverse se la tropieza. El miedo es más grande que el amor. Podría llegar a quererla, sí, pero ¿quién le garantiza que ambas sobrevivirán? No, no, definitivamente es un estorbo. Un agobio. Mejor deshacerse de ella y que el tiempo le dé la razón.
Desde el exterior las llaman por sus nombres, pero no sabe cuál es cuál. Aún no. Cree que escucha Elisa con más frecuencia, pero ¿quién es Elisa?
Fuera se oyen hoy voces extrañas, jaleo, gritos, sacudidas. Aprovecha la confusión. Es su oportunidad. Pegándose aún más a su cuerpo frágil le enreda un cordón alrededor del cuello, una vez, dos, tres, la naturaleza se encargará del resto. Cosas que pasan, dirán todos.
Luego una fuerza sobrenatural y manos extrañas la empujan hacia la luz dejando su crimen atrás. Sale triunfante. Nunca verá su cara reflejada en otra igual, ni sabrá qué se ha perdido, pero no se siente culpable. De hecho, ya lo ha olvidado todo. Ni siquiera recordará lo sucedido cuando un día, con ocho años, la lleven a visitar una tumba que lleva inscrita la fecha de su nacimiento y le hablen de su hermana Elisa, que llegó al mundo muerta en un parto gemelar.