Desde que tengo recuerdos mi casa estaba adaptada a las sillas de ruedas la mía y la de mi hermano, marcadas con las iniciales G de German y C de Coque, según mis padres me contaron hace años tuve una infección grave, en un principio los médicos no supieron diagnosticarla, por desgracia se contagiaba y se la pegue a mi hermano que entonces tenía 4 años, de esto hace 11 y han pasado ya 6 años.
En casa mis padres nunca han tenido trabajos fijos, en una ocasión durante algún tiempo papa fue llevaba trabajo en una carnicería allí aprendió el oficio, servían a los restaurantes Lamucca. Nuestra alimentación siempre ha sido errática, dependía de sus trabajos, muchas temporadas de comidas pobres y otras en las que podíamos permitirnos carne casi todos los días.
Llevábamos ya unos meses buenos, debíamos tener el congelador a rebosar de carne, filetes a la plancha, barbacoas, guisados, estas épocas eran buenas en casa, mi madre estaba contenta, mi padre iba a trabajar con mejor humor, aunque mama siempre tenía esa mirada triste, ese talante confuso, aunque la veías reír siempre escondía una tristeza tan adentro que a veces parecía que lloraba con la miraba, aunque ponía una sonrisa en la mesa, mientras nos peleábamos por el filete que sobraba.
Hacia unos años había nacido nuestra hermanita, pero la mala suerte hizo que hace tres meses Irene cogiera un virus similar al mío y de nuevo perdiera las piernas, mama y papa estaban destrozados, pensaban que sería algo genético, pero no son gente con muchos estudios y nunca lucharon por averiguarlo.
La peque había perdido su alegría, imagino que a nosotros hace años nos pasó igual, pero la vida sigue y nos acostumbramos a vivir así, las carreras con las sillas de ruedas en casa eran constantes, subíamos en el ascensor a ver quién llegaba antes al cuarto o a la salita, el único sitio que nunca hemos visto es el sótano, por las escaleras estrechas y empinadas por las que era imposible bajar, además nunca nos gustó el olor entre metálico y rancio que subía de allí, nos montábamos historias de miedo, pero siempre acabamos riendo pensando lo tontos que éramos.
Una noche que mis padres no estaban Coque y yo decidimos bajar a explorar el sótano, había una tenue luz que nos dejaba ver apenas los escalones, el olor metálico era más fuerte, abajo había dos grandes congeladores de cajones, ¡Helados pensamos!, cuando abrimos estaba el congelador había muchos paquetes de carne envueltos en film, en todos había una fecha hace 3 meses, con una R detrás de la fecha, la carne era rosada y de aspecto suave, el otro congelador estaba casi vacío había apenas 3 o 4 paquetes los paquetes eran de hace 11 años unos tenían la G y otros la C.
En otro cuarto, una mesa de acero y varios cuchillos y sierras de carnicero, parecía una sala de operaciones, ahora todo cuadraba…