Doce de la noche, estamos agotados y aún nos quedan muchas horas por delante, nadie de la familia piensa en nosotros. Nos acercamos a la barra antes de que nuestra hermana limpie la cafetera, nuestro hermano despide a los últimos comensales; papá, mamá y dos tiernas criaturitas, todos comentan lo mucho que les ha gustado la carne que hemos cazado.
-María ponnos un café bien cargaito -
-¿ Te toca salir de caza ? -
-Sí - respondemos - tengo que reconocer que padre obtuvo una brillante idea cuando sufrimos aquellas fiebres, aunque tanto trabajo es agotador.
-Colocar aquí el parador nos ha proporcionado el ambiente que buscan los de ciudad- responde nuestra hermana con cínica sonrisa.
No le importa cómo nos encontremos, se pone muy nerviosa cuando paseamos por el parador, preferiría que no saliéramos del sótano. El crujido del taburete rompe el silencio de la sala cuando nos desplomamos sobre él, según nos abandonamos a nuestras conversaciones cada uno de nosotros aprecia un matiz diferente en el café de la taza.
Toda la familia trabaja para este negocio, aumentamos y mejoramos las instalaciones cuando los clientes empezaron a pedir un lugar donde dormir y disfrutar de este aislado paraje, por lo que nos cuentan, parece que la vida en la ciudad es peligrosa. Por desgracia padre nos abandonó antes de ver todos los resultados de su idea, aunque siempre guardaremos un grato sabor de él por cómo nos alimentó.
Hemos sabido encontrar el lugar para encajar nuestras diferentes habilidades y personalidades a la hora de mejorar la experiencia de nuestros clientes, aunque a madre le gusta meterse en la mente de los demás, sobre todo en las nuestras, parece que no se fía de que hayamos aprendido la lección.
Mantener unas cuantas presas vivas nos ahorraba tiempo y sacrificios, no entendemos porqué se formó tanto alboroto por nuestra idea. Madre se puso en modo fiera cuando descubrió que teníamos algunas crías y enseguida sacó los inconvenientes, “y si se te escapan y llegan al pueblo... y si les coges cariño y no puedes sacrificarlos...y si aparecen los civiles y encuentran todo esto”. La misma tabarra de todas las madres, al final se sacrificaron a todos y vuelta a empezar...parece que no les importamos a nadie en esta familia de locos.
Unos clientes abandonan el parador con maletas, sus despedidas y agradecimientos perturban nuestras conversaciones...va siendo hora de que salgamos a cazar. Les acompañamos mientras cada uno piensa en su labor, uno en perseguir, otro en acechar y otro en el instante de atacar, aunque todos estamos de acuerdo en hacerlo lejos de aquí...no sería bueno para el negocio. Cuando volvamos estaremos varias horas desangrando, destripando, troceando...como es lógico haremos todo al mismo tiempo. Si la presa ha tenido suerte al llegar a esos puntos ya estará muerta, sino...bueno... también tengo derecho a regurgitar a padre de vez en cuando, ninguno de nosotros disfruta despojando de humanidad a nuestros exquisitos clientes, es solo su carne lo que nos interesa.