Era la primera vez que su hijo Ismael había dormido toda la noche, quizás la nueva casa les trajera suerte, de hecho el precio del alquiler casi era como haberles tocado la lotería. En el escucha-bebés oyó el inconfundible gorgoteo de felicidad que era su risa. Empezó a subir las escaleras y a su espalda escuchó un susurro:
-Que llega mamá pato, pachín.
Carol agarró con fuerza el pasamanos, retrocedió un escalón y giró la cabeza. Allí no había nadie pero la luz del escucha-bebés se mantenía encendida, desde allí le llegó de nuevo el balbuceo indescifrable de su hijo y a continuación una voz femenina.
-Pachín, pachín, pachín…mucho cuidado con lo que hacéis.
Con manos temblorosas marcó en el móvil.
-112, emergencias…
Carol acertó a explicar atropelladamente que alguien había entrado en su casa.
Una hora después su marido Jorge la miraba con vergüenza y con mirada exculpatoria a la pareja de policías que se personó para comprobar que no había ningún intruso y que los ladrones no suelen dedicarse a entonar canciones infantiles. Interferencias en el escucha-bebés. Así constó en la hoja de servicios policial.
Para Jorge una anécdota para unas risas. Para ella una obsesión. Dudó de su capacidad mental, siempre pasaba con ella sola, siempre la misma canción… pachín, pachín, pachín. La segunda vez fue capaz de agarrar a Ismael y correr al pasillo. Allí sintió en la nuca las miradas de varios vecinos ocultas tras sus mirillas cobardes.
Hasta que Carmen llamó al timbre. La confundió con una vendedora pero ella le habló a través de la puerta cerrada: “sé que me está oyendo, sólo quiero saber si ya ha empezado”. Con gesto de hastío, Carol se apartó hasta oír colarse por la rendija la melodía “pachín, pachín, pachín…”. Abrió a la enigmática desconocida.
-No hace falta que me enseñe la casa, ya he estado antes.
Delante de sus ojos puso una tarjeta donde se leía “Carmen Puma. Especialista en ciencias ocultas”.
Carol tiró la toalla, cogió a Ismael y se fue de casa. Las discusiones con Jorge eran constantes. Jorge acusaba a Carmen de estafadora, Carol intentó hacerle entender que en esa casa había un espíritu bueno que protegía a Ismael porque no pudo proteger la vida de sus propios hijos, pero que era imperioso irse antes del 5 de abril.
El 5 de abril Jorge llegó a casa, le llamaron la atención las ventanas apagadas de los vecinos. Se sirvió una copa y entonces lo oyó:
-Que llega papá pato, pachín.
La copa se hizo añicos en el suelo. Aullidos inhumanos se oían por el escucha-bebés, ya no eran nanas. Eran chillidos infantiles. Se sobresaltó al oír un estruendo y sintió los cristales rotos de la ventana en su rostro. La puerta estaba atrancada, cogió el móvil para pedir auxilio pero marcó el número de Carmen.
-¿Qué pasó el cinco de abril?
-Fue la noche que él los mató… los quemó vivos.