Llevaba toda la primavera sufriendo un invierno largo, intenso, un invierno frío,oscuro. Su tristeza,
no le permitía ver nada que no fuera un largo túnel, cuya única salida era volver a encontrarse al
principio de un invierno que se había vestido de abril.
Paseaba incansable por el barrio de las letras en busca de abrigo, algo que combatiese ese frío
sudoroso en que se había convertido mayo, junio,julio.
Vivía con la constante sensación de encontrarse en un continuo sol de medianoche,
“Sol, te veo, pero tu calor no alivia mi invierno”.
Una noche de septiembre, en esa constante búsqueda de la primavera que le habían robado, o había
perdido, decidió volver aquel lugar de encuentro en la calle Prado que tantos buenos momentos
estaba ya casi olvidando.
De camino a LaMucca, encontró una muchacha cabizbaja, parecía perdida,su ropa, pensaba, decía
claramente que hacia días que la llevaba puesta, y le preguntó,
“muchacha, estas perdida?”
La muchacha le miró, sonrió, y contestó,
“Por que dices eso? no permitas que tu tristeza se refleje en los demás, voy hacerte un regalo que
tiempo atrás me hicieron a mi“
La muchacha saco unas piedras de su bolsillo, parecían piedras que en algún lugar del camino había
recogido del suelo, esta cogió su mano y puso en ella las piedras, le explico que eran piedras de
cuarzo y estaban cargadas de buena energía. Estas piedras, le dijo, llevan todo lo que necesitas para
que, muchacho triste, vuelvas a encontrar el camino perdido. Llévalas siempre contigo, y deja que
su energía te guíe.
Guardó las piedras en el bolsillo izquierdo del pecho de su camisa de manga larga y continuo su
camino.
La muchacha reafirmo la idea en la que, quizás, volviendo aquellos lugares donde tantos buenos
momentos había compartido, encontraría, quien sabe, todo aquello que había perdido, así que
continuo su camino hacia a Lamucca.
Se sentó en la mesa que hay en el pequeño hall de la entrada, era una mesa pequeña, redonda, de
madera, aunque tenia un cristal sobre ella para evitar el paso del tiempo.
La mesa tenia un par de bancos de madera, uno frente a otro, reformados a mano, probablemente,
en otra vida, fueron cajones de transporte de mercancía.
Tenia a su espalda una ventana grande, pesada, que solo se abre cuando hace calor, lo cual, le
recordó, que también había perdido el verano.
Observó a su alrededor alguna cara conocida pero solo encontró la del barman que habitualmente
preparaba su bebida. Fue entonces, dando pequeños sorbos aquel elixir de olvido, cuando apareció,
Ella, su Luna Llena, con su tez blanca, su energía, con su luz, su magnetismo. Se puso frente a el,
notaba un intenso calor en el pecho, su respiración era cada vez mas intensa,como su hubiese
llegado corriendo en ese mismo instante, La Luna no dijo nada, solo le miro y cogió su mano, fue
entonces, en ese preciso momento, cuando el frío mes febrero, se convirtió en abril.