La aventura de Búfalo ha concluido: el lunes 2 de mayo aparcaba a Pingü en Tarifa. Así, «con toda normalidad», termina #Tarifkapp.
Búfalo ha ganado la pelea al viento, al frío, a la nieve y al granizo desde Cabo Norte a San Sebastián, pasando por Strägnäs, Malmö, Hamburgo, París…
Cada parada en el camino ha sido un capítulo de película. A veces comedia, a veces drama, y a veces hasta de acción, desesperante y agonizante, de ésa que hace surjan problemas y más problemas y que no le veas el final al túnel en el que está metido este pobre hombre. En este contexto, sin duda, las averías. Así lo cuenta: “Sintiéndome rico, me dispuse a buscar una rueda trasera para la moto y no arriesgar en mi futuro periplo. Busqué tiendas de ruedas en internet por la zona. Los precios me parecieron disparatados pero baratos teniendo en cuenta que mi vida es la que estaba sobre ellas. Entre en la tienda de Berna Racing como última oportunidad para hacerse con los neumáticos. Allí un Italiano, Marco, me miró un tanto sonriente y extrañado. Había oído de mí mediante las redes sociales. Tras una grata charla sobre batallas, rutas realizadas, aventuras y desventuras… Decidió regalarme una rueda delantera que tenía por allí en buen estado y poco uso. “Ahora vamos a ir a la tienda de un amigo a ver si tiene alguna rueda trasera” No tenía ninguna para regalarme pero sí una que podía dejarme a buen precio. 115€ y aunque estaba caducada desde hacía un par de años, a mi me valía. Era más de lo que tenía pensado pagar y muy barato a lo que mi familia supone que vale mi vida… así que me la llevé (…) Lenny iba en la furgoneta y yo solo tenía que seguirlo. Mi sorpresa fue, cuando arranqué la moto, a la que le había cambiado todos los manguitos y dejado, lo que yo entendía como perfecta, empezó a tirar gasolina por cubo donde está el filtro del aire. Ya entendía un poco y me dije… “La boya… gilipollas” No me lo podía creer. De nuevo problemas con el carburador. Que ya entendiese de donde venía no quitaba que fuese un manazas, que lo hubiese sido anteriormente y que probablemente lo seguiría siendo. La desesperación se hizo tangible y visible, cuando Lenny me vio jurar en hebreo y sin entender una palabra, el tono lo decía todo. “No te preocupes, la llevamos en la furgoneta” Pero si me preocupaba cambiar las ruedas, la cual una ya había costado 110€ gastar 50 euros más, con la sensación y las reales ganas y haciendo cuentas de que podía volverme en un avión con el dinero que me quedaba y dejar la moto allí en un garaje de la familia y volver con más dinero. Finalmente la subimos a la furgoneta. Cambiaron las ruedas y nos fuimos directos a casa de su amigo que entendía, y mucho, de mecánica. Al llegar, multitud de proyectos de grandes cilindradas en una especie de cabaña roja convertida en taller personal. Un lamborghini, motos de varias cilindradas y tamaños, quads hechos por él en su orden personal. Pontus se llamaba aquel joven de 30 años decorado por multitud de tatuajes. No sabía mucho de Ingles, así que Lenny fue traduciendo los síntomas que yo había percibido en los últimos días. Volví a desmontar el carburador, lo limpiamos, aseguramos todo lo asegurable y volvimos a montar. Esto que cuento en una línea fueron un par de horas. La moto parecía ir bien… Pero solo eso ya que de camino a la casa, la moto volvió a tirar gasolina. Abatido mentalmente, pensé en abandonar seriamente la vuelta en la moto. Llegué a buscar vuelos y a pedir permiso a la familia para dejar la moto allí hasta el verano. Al día siguiente y tras poder descansar me decidí dar otra oportunidad a esta aventura. A mí y a mi orgullo. Pontus estaba dispuesto a volver a echarme un cable con Pingu. Metimos la moto de nuevo en la furgoneta de Lenny, la primera cagada fue que al bajarla, habíamos roto uno de los faros adicionales que le había colocado. Desmontamos y ahora sí, más minuciosamente estuvimos mirando el carburador, las agujas, los flotadores y todos esos conductos que un genio creó una vez para que la gente se moviese por el mundo en sus vehículos. Después de varias horas y pruebas, conseguimos hacer que la moto fuese perfectamente. Estaba claro. Después de tanto montar y desmontar el carburador había movido las palestinas que sujetan la aguja, provocando la catástrofe y los calentadores de cabeza. Pontus dejó la moto y el sonido del motor prácticamente perfecto. Ahora sí. Como no quería cobrarme fue a por cervezas y aquella noche terminamos realmente jodidos.
Me volví a casa a mandos de la moto y confirmando que Pontus había dejado la moto prácticamente perfecta. Al día siguiente me podría ir o por lo menos, ya podía estar relajado hasta el día de retomar el viaje. Al llegar a la casa, en la puerta, que se encuentra en una calle con bastante desnivel, aparqué la moto momentáneamente para abrir a la susodicha, con la certeza de que debía tener cuidado con la pata, ya que la moto podía ir al suelo. En un exceso de confianza dejé la moto y en un solo segundo, la moto a través de un ruido raspante anunció sus ganas de terminar en el suelo, el instinto me hizo girar e intentar agarrarla, con tal mala suerte, que el frontal de la moto cayó sobre mi pierna y mi antebrazo, destrozando esa parte de la máquina y dejando maltrechos aquellas partes de mi cuerpo. “Imbécil” Escuché directamente en mi interior, con más fuerza aún que el estruendo de aquella moto al impactar con el suelo. Me dolía mucho la pierna, la moto y el orgullo.Al siguiente día, y por tercera vez, terminé en casa de Pontus. Puso fibra, me llevó a comprar una bombilla y lo dejó todo colocado y arreglado. Le prometí no volver más, al menos con problemas” Ío, qué fatiguita.
Capítulo de comedia ése en el que se ve a Búfalo ruborizado (que ya es raro), escondido observando a los posibles compradores de sus fotos. Guasa tiene, como lo cuenta él mismo: “Decidí colocar la moto en uno de los puntos más concurridos de Strägnäs, junto a las 6 fotografías, junto a un cartel que decía básicamente “Necesito vender estas fotos para comprar la rueda trasera y poder volver a España” La vergüenza, la que me queda, me alejó de la zona mientras veía la reacción de la gente al pasar. Aún era temprano pero algunos viandantes aminoraban el paso para mirar las fotos, miraban a su alrededor preguntándose por el dueño de las mismas mientras este los observaba. La familia llegó y me ayudaron a romper la barrera lingüística con los vecinos. Les explicaban en sueco mis viajes y de qué parte de África eran las fotos. 8 horas más tarde ya estaban vendidas. Había conseguido 500€, alimentado mi autoestima y empecé a creer en que mi habilidad innata con una cámara era real y eso se corroboró, cuando me propusieron una exposición en la biblioteca de Strägnäs para el próximo verano, eso sí, gracias a la madre de mi hijo”
Y como en toda buena película, la lagrimilla no puede faltar, y en este caso no iba a ser menos. Qué emocionante ha sido ver la sonrisa de ese niño, al que sólo puede ver en contadas ocasiones. Qué conmovedor este post en el que Búfalo se desnuda de emociones, de penas y de alegrías, por su hijo Sunny: «Por esta cara muero todas las noches en la lejanía. Por esta cara daría la vida. Por esta cara, bocanada de aire al amanecer. Por esta cara vuelvo a nacer. Por esta cara la lucha de cada día, por esta cara te sueño cada noche… Aunque muera en la lejanía. Te quiero Sunny. Te quiero Andrea. Gracias hijo por esa mirada que me has regalado hoy, gracias por ese momento, gracias por recordarme el verdadero amor, gracias por hacer de una llegada… Un acontecimiento. Sin duda hoy, uno de los más felices de mi vida»
Y qué penita el final de este encentro 🙁 “Ya sabéis que fue lo más duro. Mi hijo lloraba y yo con él. “Pronto nos volvemos a ver” Es lo único que podía decirle, sin saber ciertamente cuando… y no… no me puedo acostumbrar por muchas despedidas que hayamos tenido.
Pero en viaje tenía que continuar, y allí quedo ese pequeño. Todavía quedan Kilómetros que recorrer, paradas en las que reír y llorar y, sobre todo, gente nueva que conocer. Gente buena, generosa, que ha acogido a Búfalo en cada parada, que le ha ayudado y que han sido parte fundamental de esta gran aventura: “ La vida son detalles y solo me puedo sentir agradecido por todo el cariño mostrado en esta aventura (…) en todos los hogares donde se me han abierto las puertas. En Europa, querido lector o lectora… también hay gente buena”.
Ánimo Búfalo, ¡que ya estás en casa!