Entré al último vagón del tren dejando atrás las campanadas de la media noche. En el vetusto vagón estaba esta sola chica vestida de negro, de espaldas a mí, llevando un sombrero, también negro, de ala ancha. El tren partió y me senté junto a la ventanilla, a unos tres asientos de la chica.
Quedaba una hora de camino a casa. Había sido un fatigoso día de trabajo y quería darme una ducha refrescante.
De pronto, las luces del vagón se apagaron - estimo que por no más de un minuto - y al volver, la chica no estaba. Llevaba años siguiendo esta ruta y estaba seguro que unos instantes atrás habíamos dejado la esquina calle Pez, así que correspondía la primera parada a las 12:10, pero el tren, sin entender yo el motivo, continuó. Miré mi reloj y extrañamente se había detenido a las 12:00. Me paré del asiento desconcertado, esperando encontrar alguna ventanilla abierta por la que hubiera podido salir la chica, pero no fue así. Me acerqué a su asiento y encontré el sombrero de ala ancha, ropa interior bañada en sangre y un espejo roto. La luz nuevamente se fue, esta vez por tiempo indefinido. Estaba aterrado y cuestioné mi cordura al ver que volvíamos a pasar frente a la esquina 58. La angustia me sobrecogió penetrando hasta mis huesos como cientos de gélidos y punzantes cuchillos y una densa oscuridad se extendió más allá del vagón haciéndome perder cualquier referencia de dónde me encontraba. La luz repentinamente volvió y busqué desesperado escapar, pero mis esfuerzos fueron en vano. Sentía como si hubiera perdido el ánima. Para calmarme intenté recordar a mi madre pero mi mente vagaba sin sentido. Entonces busqué otro indicio que me ayudase a esclarecer toda esta situación pero nada, allí estaban el espejo, la ropa interior ensangrentada y el sombrero, como los únicos testigos del drama que vivía. El aturdimiento finalmente me venció y desmayé...
Un instante después, me encontré rodeado de páginas de diario desperdigadas y bañadas en sangre fresca. En cada una de ellas podía leerse: "El asesinato de los mil pedazos. Cuerpo de hombre, al parecer: canoso y de tez morena, fue hallado bajo el puente de la esquina calle Pez. El grado de descuartizamiento de la víctima ha hecho imposible su identificación. Hasta el momento, la hipótesis que se maneja es la del crimen pasional. La única pista encontrada cerca del cuerpo es un sombrero de mujer, negro, de ala ancha. Regresé al asiento y allí estaba la chica: la misma que hice abortar en el hotel de la esquina calle Pez. Me mirada con rabia infinita a través del espejo, ahogándome en un océano putrefacto de carne, acero pulido y gusanos. Mi último esfuerzo fue para escupir sobre mi tumba la maldita navaja. Las campanas de la iglesia habían dejado de sonar a las 12:00.