Los Parker habían decidido celebrar aquel día: el día en que Joanne desapareció. No era
porque se alegraran, claro, de la desaparición de la niña, sino porque era horrible recordarlo
cada año. Todo cambió cuando nació James, les devolvió la dicha a sus padres. El niño creció
con el cuento de que tenía una hermana que algún día volvería a casa. Todos a su alrededor
sabían que tenían que concienciar a los padres de que lo más seguro era que la niña no
volviera nunca. Nadie la había vuelto a ver. Las pistas de la policía se habían agotado hacía
mucho tiempo. Nadie buscaba ya a Joane Parker.
Todos la recordaban con su vestido verde y la jirafa de peluche con la que desapareció. El
vestido había aparecido dos semanas después en el bosque. No había manchas de sangre. En
aquel entonces les dijeron que eso era algo bueno, lo que nadie les dijo era que significaba que
alguien se había llevado a la pequeña.
El doce de julio se juntaban amigos y familiares en aquella casa que los Parker se negaban a
vender, pese a que los múltiples psicólogos se lo habían recomendado encarecidamente.
Daban una fiesta. Compraban regalos a la niña que los padres abrían y luego donaban en
nombre de Joane a organizaciones benéficas locales para la infancia más desfavorecida.
Habían salido en canales de televisión y periódicos medianamente importantes. El día de la
desaparición de Joane se convirtió en un acto de valentía, de orgullo y en un motivo de alegría.
—Justo lo que ella hubiera querido —decía siempre Anthony.
—Ella era tan buena, y tan generosa —apuntaba April, con los ojos humedecidos.
En ese momento, la voz de James interrumpió la conversación de sus padres con aquellos
famosillos que se pasaban a hacerse una foto.
—¡Papá! ¡Mamá! ¡Mirad a quién he encontrado!
El niño entró a la fiesta de la mano de una joven adolescente, de pelo rubio y ojos verdes,
como el vestido que llevaba el día que desapareció. Estaba completamente desnuda, y su piel
nívea no mostraba ninguna herida, pero sí una mancha de nacimiento: un antojo en la cadera.
Inconfundible. Único. Real.
April abrió los ojos. Anthony no pudo articular palabra.
—¿Joane?
La chica se lanzó a abrazar a sus padres, que la acogieron confusos. El barullo se alzó a su
alrededor y alguien decidió llamar a la policía y a una ambulancia. April se dio cuenta de que la
chica llevaba el peluche de jirafa de Joane. Estaba podrido y cubierto de tierra. Ella sonrió y
susurró bajito, para que nadie más que sus padres la escuchara.
—No me he separado de él. Fue lo único con lo que me enterrasteis en el jardín.