-Relataré un cuento que helará la sangre.
-Este frío de enero sí que me hiela la sangre.
-Es el relato de…
-Disculpa que te interrumpa.
-Dime.
-¿Es necesario el detalle de la linterna apuntando hacia tu cara?
-Es para aportar más dramatismo.
-¿Sabes que es de día, no?
-Mejor la guardo, ¿verdad?
-Por favor.
-El relato que haré, y el que espero que escuches con atención, habla sobre el ser más
monstruoso, más terrible y más cruel de todos.
-Ja.
-¿Perdón?
-¿Qué?
-¿Te reíste?
-No.
-Sí. Te reíste.
-Bueno, un poco.
-¿Puedo saber por qué?
-¿Prometes no ofenderte?
-No me ofendo.
-A mí nada me da miedo.
-¿Nada?
-Nada. Quizás tu relato hablará de un ser de ultratumba que pena por la tierra y que
realiza acciones espeluznantes. Eso no me dará miedo.
-No trata sobre eso.
-O quizás sobre algún asesino serial, una especie de psicópata que persigue
adolescentes y que vive en una cabaña abandonada.
-Tampoco va sobre eso.
-Entonces, ¿sobre qué va?
-Mi relato va acerca del fantasma de los sueños frustrados.
-¿El fantasma de los sueños frustrados?
-Sí.
-Vaya estupidez.
-Todo comienza con un niño.
-Siempre los relatos de terror comienzan con un niño. Estoy cansado de relatos que…
-Ese niño eres tú.
-…
-…
-¿Yo?
-¿Qué soñabas cuando eras niño?
-Bueno, yo… soñaba con ser un jugador de baloncesto profesional.
-¿Dejaste de soñarlo?
-Sí.
-¿Por qué?
-Lo intenté. De hecho, no era tan malo. Pero mi padre me decía que debía seguir sus
pasos, que debía ser ingeniero.
-¿Y fuiste ingeniero?
-Sí. No es tan divertido, pero tengo el dinero asegurado (en teoría).
-El espíritu de tu sueño se fue el día en el que decidiste ser ingeniero.
-Gran cosa.
-Sí es gran cosa, porque ese espíritu regresará.
-Sería lindo. Fueron épocas muy felices.
-Hay que ver que eres tonto. No regresará como ese espíritu feliz e ilusionado, regresará
como un fantasma maligno, como el fantasma de los sueños frustrados.
-Y dale con el fantasma de los…
-Ahora no lo verás. Ahora, que seguiste el camino del “deberías” que te impusieron los
demás, crees que eres feliz.
-Soy feliz. Tengo una esposa rubia, un trabajo que me da de comer.
-¿Te llena tu trabajo?
-No realmente, pero paga las facturas.
-¿Te hace sonreír tu esposa?
-Ella sí que sonríe cuando le compro cosas.
-¿Aún sueñas con jugar baloncesto?
-Ya es una fantasía tonta y absurda que tengo a veces.
-Quizás el fantasma venga esta noche a verte, quizás mañana.
-Me estás asustando.
-¿Sabes lo que te hará?
-¿Qué?
-Te acosará en algunos momentos. Luego en todos.
-¿En todos?
-En tu trabajo, antes de ir a dormir… No te dejará en paz.
-Ahora que lo dices, quizás ya me ha visitado.
-...
-¿No hay manera de espantarlo?
-Puede ser.
-¿Cómo?
-A veces se puede maquillar un poco con frivolidades, con compras nerviosas, con
pastillas, con alcohol, con otros vicios… pero él siempre estará ahí… hasta tu último
alien… ¿Estás temblando?
-¿Yo? No, no.