Todo el mundo lo sabe. Las tutorías son después de clase, pero si quieres mejorar
tu nota con Arzuaga tienes que volver a la facultad a última hora de la tarde. Será
cabrón.
Pasear por el campus desierto al anochecer no es algo que me de miedo, pero
tampoco me hace mucha ilusión. Hace tres años violaron a una chica de primero
por estas fechas. Se armó una buena. La chica no se acordaba de nada y creo
que acabaron echándole la culpa a uno de los conserjes. El caso es que, culpable
o no, el tipo desapareció al poco.
Joder, hace una rasca que ni en Teruel. Creo que la falda de subir nota no era el
mejor modelito para hoy. Seguro que encima el carcamal de Arzuaga es tan viejo
que ni se empalma. Y ahora voy a coger una pulmonía por su culpa. ¿Cuantos
años tendrá? A mi hermana Mari ya le daba clase y ahora está casada con tres
hijos... pues eso, que no se empalma ni de coña.
Por fin, el edificio principal de medicina. No parece haber nadie. A esta hora, si
acaso, hay alguien limpiando o algún despistado pero por lo general el sitio está
desierto. El corredor principal tiene varias aulas a los lados en las que se dan la
mayoría de asignaturas. Al fondo, está la cafetería, en el piso de arriba los
despachos y algún aula pequeña. En el sótano los laboratorios y varios cuartos de
servicio. Subo directa al despacho de Arzuaga. ¡No! ¡Está cerrado! Espera. Hay
una nota: “Sandra, estoy en el laboratorio. Baja y nos encontramos allí. Disculpa
las molestias.” Bajo de nuevo hasta el corredor principal. Cerca de recepción hay
una puerta de metal tipo búnker que da a las empinadas escaleras del sótano. La
luz del fluorescente no para de parpadear creando un efecto estroboscópico que
se pierde escalones abajo.
Siempre que voy al laboratorio me da la misma sensación en el estómago. Debe
ser por la mezcla de olores de productos químicos mezclados con los restos de
los animales con los que hacemos las prácticas de disección. Hoy algo huele
diferente, la sensación es más pesada que de costumbre. Sólo hay luz en uno de
los cuatro laboratorios. Sigo la tenue luz violeta hasta el cristal traslúcido de la
puerta entornada. - ¿Hola? ¿Profesor?- . Me decido y penetro en esa extraña
claridad violácea.
El laboratorio parece vacío. Las filas de pupitres están perfectamente colocadas y
los instrumentos guardados. Un gemido sordo llama mi atención desde el fondo.
Miro instintivamente hacia allí. Una silueta oscura. Delante de ésta, lo que parece
ser una chica colgada por las piernas y abierta en canal, ¡pero, aún viva! Todo está
cubierto de un líquido oscuro y brillante. Me quedo petrificada, sin poder articular
un solo pensamiento. Arzuaga se percata de mi presencia. Se da la vuelta
lentamente, empapado del líquido rojo oscuro con el bisturí en la mano y una
sonrisa impecable. - ¿Así que tú también quieres ser mejorada?