Intentando pensar en algo positivo que aliviara aquella situación tan angustiosa, me dije a mí mismo que la buena noticia era que tenía a aquel ser sanguinolento agarrado firmemente por el cuello.
La mala es que él también me tenía cogido a mí por el mismo sitio.
Llevábamos así unos interminables segundos, intentando asfixiarnos mutuamente, y puede que fuera por lo aterrador del momento, pero sentí que me empezaban a flaquear las fuerzas. El olor metálico de la sangre, combinado con el olor extraño y penetrante del resto de fluidos que cubrían su cuerpo tampoco ayudaba. En otro momento todo aquello me habría hecho vomitar, pero ahora no podía permitirme ese lujo. Mi vida, y otras muchas, dependían de ello.
Miré fijamente sus ojos y solo vi los míos. Intenté descifrar algo en aquella mirada. ¿Estaría tan sorprendido como yo? ¿Tan aterrorizado? Ni idea. Solo veía aquellos ojos. Y, a su alrededor, aquel rostro tan familiar que me devolvía el espejo cada mañana al afeitarme.
¿Cómo podía ser?
Noté que empezaba a faltarme el aire y entonces, no sé por qué, me acordé de ella. Resonaron otra vez en mi cabeza las palabras de la chica que había conocido la noche anterior en aquel tugurio cochambroso. Las últimas palabras que me dijo mientras la apuñalaba, de madrugada, entre la niebla de aquel húmedo y frío callejón.
—Has perdido tu última batalla, Jack… y ha ganado tu parte oscura.
No la entendí entonces. Y ahora mi parte oscura, aferrada a mi cuello e intentando asfixiarme, me hacía difícil encontrar un significado a aquellas palabras. Me faltaba el aire y mi prioridad era respirar. Ya tendría tiempo luego de pensar en todo aquello.
O no.
Mi vista empezó a nublarse. Mis ojos empezaron a desvanecerse frente a mí y solo pude ver mi propia sonrisa, maliciosa, antes de que todo fuera oscuridad. La misma sonrisa que sentí cuando, al volver a abrir los ojos, vi aquel afilado cuchillo en mi mano. Su tacto era agradable, reconfortante. Volvía a sentirme bien. Como si nada hubiese ocurrido.
Era hora de salir de nuevo a aquellos húmedos y fríos callejones cubiertos de niebla.