—Hola, doctor Castro. —Se escuchó el chasquido de un interruptor y una tenue luz amarilleó el vacío de la habitación—. Mi nombre es Marcio Camarasa y vengo del futuro, de uno de los infinitos posibles. No me extenderé demasiado, pero es clave para mi disfrute que le proporcione cierta información. En la línea temporal a la que pertenezco, el ser humano fue perdiendo la empatía progresivamente. La “selección natural” la consideró inútil para la supervivencia, tal como evolucionaban los tiempos, y la pérdida de esta característica desembocó en una psicopatía colectiva. Al principio fue un poco caótico, como imaginará. Las personas perdieron todo interés en unirse y tener hijos, a la vez que desarrollaron un gusto especial por matarse unos a otros, pero se dieron cuenta de lo perjudicial que esto era para ellos. Fue el mejor revulsivo para ir en busca de una solución, encontrada gracias a la atrofia importante de la parte derecha del cerebro y al sobredesarrollo de la izquierda—. Se tomó unos segundos para disfrutar en silencio de la mirada asustada del médico, esperando impaciente ese momento en que se convertiría en pánico—. La sociedad se dividió en tres grupos. Los Involucionados tienen sentimientos y son los menos. Los Radicales sólo piensan en destruir, pero tampoco son demasiados. Y los Alpha Hominum, que hemos llevado la ciencia a límites insospechados. Pero nos aburríamos demasiado, problema solucionado gracias a los viajes en el tiempo. —Tras una breve pausa, continuó—. Las líneas de tiempo son infinitas y las creamos continuamente. Nuestros viajes al pasado consisten en desviar la línea para crear una nueva diseñada para nuestros intereses. En este caso, usaremos la Streptococcus pyogenes o bacteria “comecarne”, retocada genéticamente. Ahora, en lugar de alojarse en los tejidos blandos y devorarlos, va derecha al cerebro y se alimenta de las sustancias generadas al provocar que el huésped se devore a sí mismo, además de ser altamente contagiosa. Esto va a ser un resort para turistas, que pronto empezarán a llegar del futuro, previo pago de una buena suma de dinero, por supuesto. Y usted, querido amigo… —dijo, clavando su fría y excitada mirada en él—. Tiene el privilegio de ser el paciente cero de este gran proyecto. —Las últimas palabras entraron en los oídos del médico a la par que un líquido amarillento penetró en sus venas empujado por el émbolo de una jeringuilla."