Uno nunca jamás conoce el miedo hasta que el miedo le conoce a él. No podemos saber qué es el amor hasta que lo vivimos; qué es el dolor hasta que lo sentimos; y qué es la ausencia hasta que la notamos. Sería cierto pensar que sin humanidad no hay especie, mas ya no me queda duda alguna. No sé qué será de nosotros, pero lo que sí puedo soñar es que algún día alguien pueda conocer nuestra historia para echarse hacia atrás y huir, para siempre, hacia un lugar mejor, un lugar seguro, un lugar llamado hogar.
Ha amanecido temprano. El sol ni siquiera ha salido y los relojes siguen marcando las siete y once de la mañana. Tras la ventana, la niebla, que parece estar anclada a la superficie, proyecta sombras inentendibles pero realmente aterradoras. La poca claridad que entra lo hace en forma de halos cuyos colores emulan el amanecer. Apenas puedo escuchar nada, no por el siniestro, que quizá me ha dejado aturdido, sino por el silencio que impera entre la oscuridad.
No sé qué hay ahí fuera pero si no puedo explicar qué ocurre aquí dentro, ¿qué mejor que hacer sino esperar? He intentado incorporarme pero tampoco puedo proceder a ello. Creo que tengo algo sobre mis piernas, pues realmente no las siento. Deben estar dormidas. Sí, me temo que estarán dormidas. No puedo pensar en otra cosa ahora mismo. Aún no nos conocemos y ya nos hemos aventurado a lo desconocido, ¿y qué sino? Al menos, seguimos juntos, Pearl… Supongo que nuestro instinto a vivir en conjunto nos hizo poner un sistema de comunicación al casco que llevo, pero ya ni funciona, he de suponer que eso también nos hace humanos.
Y por eso erramos. La existencia se nos quedó grande, entre recelos de envidia y miedo, atisbos de oscuridad y brillo en el amor que, sin entenderlo, nos condujo hacia este final inimaginable. Por lo menos nos quedó esperanza, y con ella, el hombre vive… todavía. ¿Quién se iba a imaginar que nos encontraríamos con nuestro creador? ¿Cómo debíamos actuar? ¿Qué debíamos sentir? Hay veces que es mejor seguir siguiendo ingenuo, porque nunca se está realmente preparado para lo que se nos vino encima.
Nos sentimos los reyes y no éramos más que ínfimos en un océano vacío. Pensábamos, experimentábamos, maldecíamos, hicimos de todo, en querer quizá asemejarnos a ellos. Quizá estaba en lo más profundo de nuestro ser, también. O quizá era lo que nos hacía ser humanos, porque al fin y al cabo, somos gracias a ellos. Somos parte de ellos, y aunque me asuste pensarlo, ya no es la muerte lo que me preocupa. Es lo que somos en esto que llamamos vida, porque no sé si lo somos todo, o no lo somos nada.
Espero que al menos este cachivache esté grabando aunque tú, Pearl, sigas soñando. Si nosotros te hicimos a ti, qué no hicieron ellos con nosotros…
Fin de la grabación.