Entré con Ruth al cementerio a las seis de la tarde, pero nunca nos cruzó por la mente
que uno de los dos se quedaría para siempre. No éramos saqueadores de tumbas, ni
teníamos a quien llevarle flores, tampoco era el día de los santos difuntos. Nuestra
presencia despertó la curiosidad de los que nos vieron entrar por última vez. Ellos
cuentan la leyenda de que uno de los dos salió y no pudo contar lo ocurrido. Los
enterradores describen el espanto a través de sonidos delirantes, compuestos por
desgarres penosos y de los aportes que hicieron los perros viralatas con gritos de
ultratumba. Después de nuestra entrada, los perros no volvieron a ladrar. Las
personas que escucharon aún no salen de sus casas y son visitadas por exorcistas que
luego de irse, profetizan un apocalipsis jamás escrito en libro religioso. Los hechiceros
no se quedan atrás; por darle respuesta al horror, sacrifican bueyes en el lugar donde
ocurrió el hecho. Cualquier forastero que se acerca es atrapado por la curiosidad y
cuando intenta dar una explicación lógica, sale narrando un sin número de
incoherencias nauseabundas que al final terminan convertidas en tormentosas
crónicas paganas. Crónicas redactadas por los escribas que hicieron un octavo curso y
que enviaron a sus hijos aterrados con el acontecimiento a la universidad de
Salamanca de donde salieron científicos y profesores a investigar el suceso de aquel
día en que Ruth y yo entramos al cementerio y sólo uno salió con vida. La noticia le dió
la vuelta al mundo, atrajo a los curiosos; pero no pudieron hacer nada más que
escribir guiones cinematográficos para tratar de explicar en el séptimo arte, un horror
que sólo el que salió vivo del cementerio aquel día lo sabe. Los artistas reconocidos
plasmaron en sus lienzos musarañas lingüísticas, producto de las falsas
interpretaciones que hacían los especialistas de arte. Otros intentaron explicarlo con
la música, sin embargo, los matemáticos pensaron combinar las notas musicales con
operaciones algebraicas primitivas. Biólogos y químicos se adelantaron y unieron por
primera vez ambas disciplinas, llegando a resultados indecisos pero muy cerca de la
física, ciencia que se había mantenido al margen por no entender el alfa y el omega del
horror. Los astrólogos y pastores se unieron a la causa y mientras unos clasificaban
los astros, otros evocaban al espíritu santo. El resultado era el mismo y como todo el
acontecimiento macabro había recibido la errónea opinión de los sabios de la ciencia
(la religión y el más extremo de los locos) lo llamaron El enigma del horror…