Había abierto los ojos y despertando con un salto de mi cama corrí hacia el baño, todo parecía
baboso, oscuro, punzante... Al cerrar la puerta me di cuenta de que ocurría. Tenía cientos
de agujeros, todos pequeños, del tamaño de una arveja. Los observe en el espejo del baño justo
donde el reflejo de mis ojos debería estar, brotaban como una costra mal cicatrizada de la cual
pequeñas raíces se asomaban y se retraían en sus orificios.
Necesitaba mis pastillas, sabía que debía abrir el espejo, tomarlas justo del botiquín que estaba
detrás, pero las raíces salían de sus pequeños, rojizos y pustulosos agujeros enterrándose en mi
rostro cada vez que acercaba mi mano, respire hondo buscando valor, extendiendo mi brazo para
poder abrir el botiquín. Conforme realizaba esa acción las raíces babosas, ásperas y filosas
comenzaron a repta poco a poco en mi rostro perforando a través de mi piel.
Ahogando el pánico y el dolor logre tomar el frasco, trague algunas pastillas, medite... Esto no es
real, esto no es real... me repetía... Aun tembloroso y aterrado parpadeaba nervioso notando
como todo iba desapareciendo poco a poco.
Me he desgastado demasiado con el tiempo y con estos episodios psicóticos ha sido aún más
difícil, me costó demasiado darme cuenta de que lo que veía jamás fue real. Incluso creí que una
criatura malévola, un engendro retorcido se divertía conmigo antes de comerme, por suerte no
era así, solo era mi mente quebrada por el suicidio de... Naomi, mi novia, mi amada.
Era mi culpa... Tenía la culpa de haberla obligado a abortar... Soy una mierda; lo sé. Y mi vida
también, lo único que me mantiene cuerdo para sobrevivir en esta casa donde convivo con mi
infierno personal son los antipsicóticos. Quizá morir sea lo mejor, sí; eso hubiera sido una buena
solución, pero no la tome por cobarde o egoísta.
Logre ponerme de pie cuando se fue la sensación de estar en un infernal sitio que intentaba
matarme, el baño era seguro, mi refugio de esas alucinaciones. Me lavé la cara y abrí la puerta.
Resbalé...
Impotente caí en un tobogán de carne que antes era mi cuarto descendiendo más allá del suelo,
pelee por no caer, pero termine entre mucosa y lo que parecía un útero gigante que se alzaba por
encima de mi cabeza.
Encerrado entre paredes que se contraían a mi alrededor de las cuales no me podía escapar, fui
atrapado entre músculos sanguinolentos mientras un sonido húmedo siguió luego de casi
sofocarme, sentí un tirón y me vi sostenido por los aires por algo parecido a enormes dedos con
grandes uñas; cegado por una luz que no me dejo ver nada. Hasta estar muy cerca de su boca
Naomi, Naami, Naama ¡Era ella! ¡Mi amada!; Deformada, gigante, con un agujero de escopeta que
partía su cabeza en dos
-Es hora de comer, amor
La escuche decir, antes que sus dientes se clavaron en mi cráneo, cerrara los ojos y volviera a
dormir.