- ¿Mesa para siete? – El camarero les atendió con una amplia sonrisa.
- No, esta vez somos uno más.
- De acuerdo. Tomen asiento. – Les hizo un ademan con el brazo. - ¿Vino y…? – Clavó sus ojos sobre la muchacha.
- Agua, por favor.
- Agua… - Repitió mientras se marchaba.
Todos se sentaron, excepto la chica, que empezaba a sentirse algo mal, aquel restaurante tenía algo… Todo estaba en penumbra.
- ¡Relájate Ana!
- ¡Si! ¡Ya sabemos que parece raro al principio! Pero saca provecho, aquí nadie engorda un solo gramo nunca.
- ¿Y… no os parece raro? – Se sentó junto a los demás, sin dejar de observar todo a su alrededor.
- ¿El qué? ¿La ambientación? ¿O que por mucho que comas no engordes?
- ¿Ambas…? – Las paredes extrañamente no se iluminaban más allá de las velas colgadas, como si la luz solo descendiera, y era imposible ver algo parecido a un techo.
El camarero regresó rápidamente con las botellas, las colocó con cuidado por la larga mesa dejando la botella de agua alejada de la muchacha.
- ¿Qué tomaran? – preguntó sin dejar de observarla.
Pidieron sin tener siquiera una carta que mirar, hasta que llegó el turno de Ana, que empezaba a ponerse nerviosa, y todas las miradas recayeron sobre ella.
- ¿Y tú…?
- ¿Tienen algo… que… no lleve carne? – Todos se quedaron en silencio. - Bueno… estoy bien, creo que… me esperaré a los postres.
El silencio se apoderó de la estancia. Mientras esperaban, la tensión se acumulaba en el ambiente.
Al poco trajeron sus platos repletos de carne. No había cubiertos, cosa que a sus amigos no parecía extrañarles. Comían con las manos desnudas y masticaban con las bocas abiertas, dejaban caer trozos sobre sus platos y volvían a cogerlos como si nada.
Empezó a verles más como animales que como personas. Y conforme se iban acabando sus platos, fijaban sus ojos sobre ella, algunos con restos de jugo resbalando por sus barbillas.
Su novio le ofreció un poco, y ella negó rápidamente con la cabeza.
- Creo que os esperaré en el coche. - Pero una mano sobre su espalda le impidió levantarse.
- Prueba algo. – Uno de ellos se levantó con un movimiento espasmódico.
- Tienes que comer. – La chica salió corriendo desesperada hacia la puerta. Una pierna se interpuso en su camino haciéndola caer contra el suelo. Se dio la vuelta y empezó a retroceder sobre sus manos y sus pies. Mientras observaba acongojada como todos sus amigos se levantaban, totalmente rígidos, caminando con algún trozo de carne en las manos.
- No puedes irte sin comer nada. – Ella dio un sonoro grito, y con un fugaz movimiento alguien le llenó la boca. Mordió la mano con fuerza y lo escupió todo entre tosidos.
De entre las sombras apareció de nuevo el camarero, tenía la mirada inyectada en sangre. Pasó entre sus amigos que la rodeaban.
- Si no quiere comer… Es que es comida. – Todos se abalanzaron sobre ella.