Desde que me mudé de piso, amanezco boca abajo. No, no es una forma de hablar, todas y cada una de las mañanas me despierto con la cara pegada a la almohada. Podría parecer una simple anécdota, una tontería, algo que cuentas entre amigos para generar algunas risas, pero empieza a obsesionarme. Hay noches en las que despierto súbitamente, con una bocanada de aire, como si hubiera estado a punto de asfixiarme. Tengo miedo de quedarme dormido y no
despertar. Puede parecer que exagero, lo sé, pero no importa el método que use para dormirme, la postura en la que me duerma o las pastillas que me tome antes de ir a la cama, el resultado siempre es el mismo.
Para agravar más la situación, el maldito teléfono no para de sonar a todas horas. La falta de sueño hace que el agudo tono con el que suena me taladre la cabeza. Siempre es la misma mujer y siempre llama por lo mismo. Pregunta por Álex, por cómo está y por qué no vuelve a casa. Después de más de diez intentos, me cansé de explicarle que no me llamo así y ahora simplemente no lo cojo, pero, aun estando en silencio, sé que ella sigue llamando.
Quizás este piso esté maldito. O puede que lo esté yo. ¿A quién se lo compré? ¿Quién vivía aquí? No consigo recordarlo. El cansancio y el estrés me hacen desconectar de la realidad. La otra noche, justo cuando me estaba quedando dormido, escuché un susurro. Pensé que estaba soñando, pero empecé a escucharlo extremadamente cerca, casi como si lo tuviera en la nuca. Medio dormido, alcé mi mano para palparme por detrás y sentí un rostro. Aquella cosa emitió una especie de bramido que me estremeció e hizo que me levantara todo lo rápido que pude. Era imposible, me lo habría imaginado, pensé, pero al volver a tocarme, aquella extraña forma seguía ahí. Rápido, fui al baño a mirar en el espejo y todo lo que atiné a ver fueron unos labios carnosos que salían de mi cuello y, un poco más arriba, una pequeña y mal formada nariz.
Pensé que debía de haberme vuelto loco, aquello era imposible, pero, de cierta manera, explicaba por qué no era capaz de dormir boca arriba. Con el paso de los días aquel ser ha ido tomando forma en la parte trasera de mi cráneo, creando un rostro que me resultaba familiar. Hoy mismo ha pronunciado su primera palabra: “Devuélvemelo”.
He tomado una decisión. Voy a asfixiarlo. Aguantaré toda la noche apoyado en la almohada hasta que deje de emitir sonido alguno. La cara que he visto por el rabillo del ojo en el espejo me ha traído recuerdos. Álex no valoraba su vida, no sé por qué quiere recuperarla ahora, pero no voy a permitírselo. Ahora que lo recuerdo todo, después de esta noche, cogeré el teléfono y volveré casa.