¿Existe algo más tenebroso que caminar por una estrecha calle rodeada de muros, donde la única y amarillenta luz viene de una vieja y triste farola? ¿Y si por detrás de esos agrietados muros se asoman tétricas ramas que se mueven con violencia, intentando arañarte la cara? Que junto con la escasa luz forman sombras de pesadilla. Y el ruido de las hojas golpeándose unas con otras te hacen sentir escalofríos más incontrolables que los que te provoca la tormenta y su fría, espesa e incansable lluvia. No puedes evitar pensar en que clase de criaturas acechan en la noche. Sufriendo la misma tormenta que tú sobre sus maquinantes cabezas. Utilizando el murmullo del viento para ocultar sus propios murmullos. Utilizando la incesante lluvia para ocultar sus pasos. Utilizando las ramas de los árboles para ocultar sus risas.
Miras al final de la calle, buscando cobijo del aguacero que está calando cada milímetro de tu ser, y ves un pequeño parque rodeado de los mismos siniestros árboles. “¿Sus frondosas copas podrán protegerme?”, piensas.
Das un paso y entonces ves una sombra moviéndose entre los árboles. ¿Será la luz de la luna jugando también a atemorizarte con sus sombras? ¿Será el foco de la destartalada farola cegándote y divirtiéndose con tu mente? ¿O será una persona, esperando, acechando entre los troncos ? La tormenta no tiene piedad y suelta lo peor de ella sobre ti, y entre la cascada de lluvia puedes ver de nuevo esas figuras. Puedes verlas claramente, estáticas, estudiándote. Unas cuantas sobre las ramas, otras tantas asomadas detrás de los troncos, y algunas pocas agazapadas agachadas bajo la alta hierba. El miedo te paraliza. Ves sus rojos ojos clavados sobre ti. Escuchas a tu espalda un gruñido de un perro que suena como una barra de acero siendo arrastrada sobre el cemento. Echas la mirada atrás y ves el animal que provocó tal ruido. Una criatura azulada, casi transparente, como un fantasma de algo que no es un perro, pero tampoco un lobo. Mezcla de canino y felino puedes ver sus blancos ojos mirando por encima de ti. Comprendes que el rugido aquel no iba por ti y una inmensidad de protección invade tu ser. Alzas la barbilla y miras con desdén a aquellas humanoides sombras. Pero la valentía te dura poco, las sombras comienzan a correr hacia ti.
Quieres huir, pero tu cuerpo apenas reacciona y te tropiezas. Ves desde el suelo al animal sobre sus patas traseras, como un feroz oso; pero con alas. Recuerdas su nombre: Quimera. Pero algo pasa. La criatura está perdiendo forma, parece que se derrite; y entonces explota en una ola de agua inmensa. Das vueltas en su corriente, y cuando sales a la superficie todo ha cambiando. Estás en un canal de Venecia y la mano del barquero intenta agarrarte. Al final te sujeta, y te sube a la góndola.
- Ya te dije que tuvieras cuidado. Son aguas poco profundas, pero algo vive en ellas.