No siento las piernas, esta pasando de nuevo, Dios basta. Intento mover mi mano derecha, pero está tan quieta como la aguja de un reloj roto. Solo puedo girar un poco mi cabeza. Quiero prender la luz del velador, pero mi cuerpo no reacciona.
A lo lejos la escucho, como si estuviese en el living de la casa, justo donde mató a mi papá. Esa risa aguda y penetrante que se mete en mi oído. Cuando vivía con nosotros siempre se reía sola, su risa retumbaba en cada rincón de la casa.
Empecé a sentir un discreto ruido, parecido al del agua cuando cae en una taza, seguro es ella intentando intimidarme. Pero no, no puede ser ella, pensaba. Ella está internada en el psiquiátrico, no puede salir de ahí. Tengo que estar soñando. Tranquilo Thiago, tranquilo, me decía a mi mismo.
Me quedé callado, tenía miedo de que me escuchase, lo único que sonaba era mi corazón que hacía fuerza como para salir de mi cuerpo, quizás, intentando escaparse.
Sentía los pasos de ella cada vez más cerca. Una gota de traspiración viajaba por mi cara, similar a una línea fina intentando marcar el contorno, como si lo quisiera dibujar.
No lograba entender como había entrado a mi casa, o mejor dicho como había salido del lugar en el que estaba. Esa misma mañana, como todas las mañanas, había ido a corroborar que esté en el psiquiátrico y no se haya fugado. Lucas, el enfermero que vigila, me dijo que me quedara tranquilo, que solo eran pesadillas y que nadie puede salir de ese lugar, a menos que tenga el alta. De todas maneras, sus palabras no fueron un alivio para mi. Sabía que esto iba a pasar, Eleonor siempre se las ingenia, esto no puede ser mi mente.
Mis pensamientos se silenciaron cuando escuché el TUC TUC TUC de sus tacos puntiagudos. Eran sus zapatos, estaba convencido , no podía ser nadie más.
El sonido comenzó a sentirse más grave cuando subió la escalera.
Me empecé a ahogar con el mismo aire que en algún momento me dio vida.
Mis ojos no paraban de mirar para todos lados, buscando como salvarme, miraba la puerta abierta para ver si aparecía su figura jorobada y con rulos. Su risa estaba cada vez más cerca, como si estuviese transitando el pasillo de habitaciones. Cerré los ojos tan fuerte que mi mente se nubló por un segundo. Y cuando los volví a abrir, no había nada más que mi cuerpo inmóvil en un lugar frío y desértico.