Desde que era pequeño siempre he querido destacar en este mundo frío y oscuro, he
querido que se recuerde mi nombre, que otras personas aunque fueran desconocidas
recordasen mi nombre y las cosas que hice en algún punto de mi vida, es decir, es
normal ¿no? Querer que alguien te recuerde… saber que cuando ya no estés habrá
alguien que piense “Sí, él estuvo ahí” o, “Sí, él hizo eso” Eso es exactamente lo que
busco, dar sentido a mi vida, a lo que queda de ella al menos. Hasta que ellos me
encuentren.
(Rio internamente)
He de confesar que no es la primera vez que hago esto, pero durante estos meses he
retomado un antiguo entretenimiento que me ocupa la mayoría de las noches y hace
que me sienta muy, muy feliz: Voy a un bar cualquiera, me pido algo de beber y
espero… ¿A qué? ¿A quién? Es hasta gracioso preguntarlo. A alguien como yo, por
supuesto, a alguien que quiere y grita desesperadamente por que el mundo le vea y le
señale con un gran foco, a alguien que ve su existencia como algo monótono y
aburrido cómo para que nadie se interese siquiera en recordar si se cruzó o no en
nuestro camino. A esas personas es a las que yo busco. Hago de su miserable
existencia un constante juego de ruleta rusa durante días enteros, LES HAGO
IMPORTANTES y automáticamente pocos días después ¡BOOM! Aparecen en todas
las televisiones y emisoras de radio. Y todo el mundo las busca y habla de ellas.
(Se escucha cómo la puerta del piso superior se abre)
“Oh, ya están aquí” murmuro, mirando al techo y dando unas suaves palmadas en la
mejilla de la chica que está sentada a mi lado, parece triste, exactamente como las
otras “Tranquila, Joyce, no llegarán a tiempo. Serás igual de importante que Sarah”
Y ella llora y gimotea desconsoladamente al observar la expresión muerta de su
compañera.
Veo como la sangre escapa de su pecho y se esparce por el suelo como una brillante
ola escarlata junto con la de la otra chica, inmóvil y fría.
“Tienes unos ojos preciosos”
Tomo el cuchillo una vez más y tapo su boca con fuerza, pegando su cabeza a la
pared de ladrillos del sótano, su cara está sucia y llena de sudor, su cuerpo tiembla
cuando estoy cerca y su aroma es exquisito.
“Oh, Joyce, no apartes la vista de mí ahora, por favor, quiero verlo todo” susurro de
una forma tan ronca en su oído que dudo siquiera de que me haya escuchado.
No dudo, y entonces sus alaridos inundan el sótano y desgarran su garganta, incluso
aún entonces cuando sus ojos yacen en mis manos.
Esa misma noche del 20 de Octubre de 2010, mi nombre retumbó en todo el país, y
todo gracias a mis doce compañeras de juego.