Contemplamos el desagüe. Su boca negra trae un ruido de cañerías que parece música. La música es bonita. Los azulejos también. Mamá me enseña a contar azulejos, uno, dos, tres, cuatro. Los contamos bajito para que no nos oiga. También nos desenredamos el pelo, ella a mí, yo a ella. En la ducha no hay más que hacer. Hace frío, pero siempre estamos aquí. Detrás de la cortina. Los azulejos son bonitos, a pesar de las manchas. Me gusta abrazar fuerte a mamá, porque sé que tiene miedo. Él también me asusta, pero yo imagino huidas a través del desagüe, vaciándome en la oscuridad. La ducha es un lugar húmedo y triste. Algunas noches deseamos estar muertas. Otras recordamos estarlo.