El eminente odontólogo De Boris se acercó con el fórceps, como haciéndolo brillar a la
blanquecina luz del consultorio, mientras sonaba bajo Crazy de Aerosmith. Mateo Gonnis odiaba
ir al dentista. Los instrumentos lo ponían nervioso. De Boris se mostraba entusiasmado a pesar de
ser el último turno del día. Por supuesto, Gonnis había conseguido un turno extra. Era el
intendente, y los políticos siempre consiguen lo que necesitan. Extra.
- ¿Sabe, Gonnis, lo que más me molestó del asunto?- dijo entonces De Boris, sentándose
cual juez en su silla de odontólogo.
Gonnis negó moviendo la cabeza. Aunque no estaba anestesiado, se mantenía con la boca abierta.
- Lo que más me molestó no fue el secuestro- dijo De Boris- Bueno, me dieron una paliza y
tal, cosa que casi pierdo un ojo, pero eso no fue lo peor. Tampoco me molestó que no los
atrapasen nunca, porque era obvio que no los iban a atrapar nunca… abra bien la boca, a
ver…
Gonnis sintió el frío metal del fórceps indagando entre sus molares. De Boris le daba golpecitos a
las muelas. Tic-tic-toc… hizo una mueca, esa muela estaba muy mala. Apestaba, además.
- ¿É á a jacar la moela?- preguntó Gonnis, como pudo.
- Lo que más me molestó- siguió De Boris- Fue lo que vino después. La policía no hizo la
investigación, obvio. Sacaurralde, el oficial jefe, es amigo mío ¿sabe?, y me lo contó.
Tic-tic-toc… el fórceps volvió a la muela apestosa.
TUM-TUM-TUM… el corazón nervioso de Gonnis presentía algo siniestro.
- Oiga…- dijo Gonnis- ¿La anejtejia…?
- ¿Usted va a decirme cómo tengo que hacer mi trabajo?, tiene esta muela tan ruinosa que
parece arena negra. Es usted un hombre sucio. Muy sucio. ¿Hace cuanto que habla con
este aliento?
- Oiga, pero…
- Lo que me molestó- dijo De Boris- Fue usted dio la orden. Usted envió a esos desgraciados
a darme unos palos. ¿Y por qué?, por el tema de esos departamentos ¿no?, cuando yo no
quise vendérselos, ¿no?, antes de las elecciones... sí… no se mueva…
TRAKK… el fórceps se cerró sobre la muela rota con fuerza monstruosa. Gonnis se arqueó sobre la
silla al mismo tiempo que De Boris zarandeaba de un lado al otro su herramienta. Crick-crack-crick-
crack… era cuestión de romper.
- ¡Quédese quieto!... ¡No hay quien aguante sus mentiras!
TRACK. El arrastre fue violentísimo pero no seco. No, no seco. Para arrancar la muela, De Boris
tuvo que hacer dos tirones. El dolor se extendió desde la mandíbula hasta los pies del intendente,
haciendo estallar sus ojos en lágrimas.
- Es irónico cómo ahora yo tengo el poder. Usted, desde su escritorio, se cree mucho ¿no?,
cree que se lleva a la ciudad por delante. Pero ahora soy el que se lleva… otras cosas, ¿no,
intendente Gonnis?
TRACK. El fórceps se había cerrado sobre otra muela.
- El suyo es poder de papel…- murmuró el dentista furioso, pero con una macabra sonrisa
en el rostro.