GROTESCO
En un pueblo nadie, la verdad se estremece contra el pavimento, la verdad que encierran los
cuerpos fétidos de los hijos del ayer.
Como un eco en el viento y los gritos sofocados a media voz susurrados por la noche
testigo de sucesos sin reparo alguno
Han de lograr profanar los cuerpos baldíos y silentes que acallan el horror de las gentes al
más restado y mortífero de los sueños.
Los tenues pasos y la voz infantil invaden el pensamiento y anidan en mi mente como el
más dulce y melódico de los anhelos. El periódico dominguero y el reencuentro de almas
que nunca dejaron el plano terrenal para anidar en las fauces del Inferno.
Me detengo en seco sorprendida ante la gravedad de este frío y oscuro rincón en el que se
posan mis pies, impasibles ante el horror que están a punto de presenciar, un fétido olor
recorre el recinto y se aposta en esos frágiles rasgos, su oscura cabellera azabache y des
prolijo ondean danzarines, mientras se consume con la suciedad que ha cubierto su cuerpo
de un negro hollín
En aquel momento y sin saberlo un espectro, cuyas cadenas fútiles tambalean contra el
pavimento, el engendro demoníaco descendía en aquella forma infame en la que reclama su
alma, aquella forma sin cuerpo ni rostro, se arrastra como una sombra fútil alentando la
llegada de su tumulto, agradando al gremio que incita enfurecidos y presencia como esta
ilusión va tomando cabida en su mundo de mórbido placer, con atípico odio fúnebre que no
se detiene hasta dar con su mordaz y empírico cometido.
Las horas distantes pasan ininterrumpida mente ante el inevitable desencuentro. Una
pesadilla marítima se esparce entre los sesos en el aire.
Tétricas figuras de barro y hueso se mueven en la oscuridad, rodeando en su fúnebre letargo
en el austero rincón en el que las fuerzas se odian con intensidad
Se ciñe el mal que los atañe a su exánime muerte carmesí motivo de su rescilente
premonición.
El cielo se torna rojo sanguinario y penetra en los huesos y fauces desde las entrañas de la
clerecía.
En la fosa común en dónde permanecerán latentes las memorias del siniestro llevado a cabo
con sigilo, plasmado en más mentes y cuerpos de aquellos que perecieron en el rincón
grave y oscuro de sus tenebrosas pesadillas, sueños certeros, proliferador de recuerdos. Sus
cadáveres exánimes, baldíos y putrefactos son sinónimo de la estulticia vehemente motivo
de su desahucie y tormento pro siguiente que persigue sus almas y condena sus espectros
malévolos, recorren el recinto, en busca del funesto testigo del crimen pesaroso que los
rememorará por siempre.
Una voz recorre mi sien como un susurro arraigado en mi neurastenia, me carcome por
dentro en medio de los huesos, sus palabras afiladas como puntiagudas hordas punzantes se
clavan en mí como un dardo venenoso que me inmoviliza por completo y se extiende como
un cáncer que da lugar a mis más oscuros sueños.
Miles más por ella pagarán...recuerda
No son una, no son dos, no son tres, no son cua...«