La gata ronronea junto a mí, son las doce de la noche y acabo de quedarme dormida en el sofá frente al televisor. Mañana tengo que madrugar pero no tengo fuerzas para irme a la cama porque sé que antes de llegar al dormitorio veré los platos sin fregar y la compra de la semana esperando en la encimera. Prefiero quedarme aquí con el arrullo de los anuncios y de la minina.
Son las cuatro de la mañana. Todavía no sé qué es lo que me ha despertado. En la tele una mujer conduce un coche deportivo sin el que, dice, no vale la pena seguir viviendo. La apago y al mirar hacia la cocina descubro que la nevera está abierta, pero lo que me impide respirar no es que la puerta esté de par en par si no que la comida que he comprado esta tarde se encuentra perfectamente guardada y ordenada en sus estantes. Por el rabillo del ojo noto que se acerca la gata con el pelo erizado dispuesta a atacar, no sé a qué o a quién. Cojo un sorbo de aire y apretando los dientes voy pero al primer paso la tigresa se abalanza sobre mí, clavándome sus colmillos afilados en la espinilla y asustándose cuando grito de dolor y de espanto. Me aprieto la herida con la mano y espero la vuelta del silencio para continuar hacia la cocina con el corazón en la boca. Allí la nevera sigue abierta, en la pica hay un cuchillo manchado de sangre y una cuerda mojada. ¿Dónde está la gata? ¿Quién habrá puesto eso ahí? ¿Será la sombra que estoy viendo ahora mismo junto a la ventana y que me mira fijamente?. Mi gata la observa también. No lo entiendo. ¿Por qué puedo yo verla? ¿No debería ser la gata la que viera sombras, seres y espíritus? ¿O es que soy yo la gata?
Sí, mi dueña sigue dormida en el sofá, con la tele encendida. Una mujer sale de un coche con unos tacones imposibles mientras en la cocina hay algo que está metiendo su comida dentro de la nevera. Es la segunda vez que viene esta cosa extraña. La primera fue hace unos meses, cuando me dijo que le disgustaba el nuevo color de las paredes. Hoy me ha gritado que está todo muy desordenado y que yo no debería pasearme tan tranquila por las habitaciones y el baño. De verdad que me asquea esta sombra creo que le voy a mostrar de lo que soy capaz. Pero antes de conseguir deslizarme sigilosamente hacia ella ya estoy notando que me ha cogido de la cola como si me la quisiera arrancar y creo que lo está consiguiendo. Con el forcejeo ha caído al suelo toda la comida de la nevera. Mañana, cuando mi dueña despierte y venga hacia aquí, descubrirá su mano y el suelo manchados de sangre y dentro de la nevera vacía, abierta de par en par, una gata muerta sin cola.