Su voz empezaba a alzarse sombría mientras el resto del coro parroquial temblaba. Los sonidos guturales se acentuaban y la voz del resto del grupo se iba quebrando a modo de jadeos y suspiros. De pronto la música celestial se detuvo y los niños del coro balbuceaban al tiempo que miraban a Iván. Éste se volvía rojo por momentos y desató sin previo aviso un puntiagudo rabo. Sus padres que al principio se sentían avergonzados ahora estaban muertos de miedo como el resto de los asistentes.
Iván dejó a un lado su ropaje de niño cantor y se puso a señalar con el dedo para horror de los feligreses. Tenía decidido a quien se iba a llevar con él. El joven Moisés, su compañero más joven del coro, se dispuso a hacerle frente. Una voz débil a modo de quejido dijo: “Este es Iván, mi hijo amado”. El miedo se apoderó del sacerdote en su púlpito y sacando una cruz de debajo de su sotana empezó a rezar el Credo.
Moisés ya había demostrado su rapidez y destreza cogiendo una cruz y un cáliz, se acercó lentamente a Iván, pero éste hizo un giro inesperado y volaron todos los bancos de la primera fila. Iván parecía imparable y Moisés, aturdido, era el único capaz de hacerle frente. Se acercó lentamente por detrás hacía él pero la voz volvió a oírse más fuerte en el templo: “Arrodillaros ante mi Hijo”. Iván sonreía sabiendo que nadie iba a tenerle. Moisés decidió actuar sin mucho convencimiento sabiendo que sólo él portaba el cáliz. Iván ya había impulsado con su aliento la voladura de una de las paredes laterales de la capilla. Moisés decidió hacer una maniobra imposible. Subido al incensario y deslizando el cáliz lleno de vino transformado en sangre de Cristo, se lanzó volando simplemente asido a la soga pensando que si derramaba el precioso líquido sobre Iván, todo acabaría y el Mal abandonaría aquel lugar de culto y saldría de la vida de sus gentes. El lanzamiento sobre la cabeza de Iván fue certero. El joven demonio empezó a evaporarse como el humo de un cigarro cuando abres la ventana. Sólo quedaron en el suelo sus ropajes de cantor del coro.
Moisés fue aplaudido por todos los feligreses pero la pregunta quedaba en el aire: ¿Quién repararía los daños del Mal? ¿Cómo explicarían al obispo lo ocurrido? ¿Les creerían? Decidieron adjuntar una prueba sobre todo porque de lo contrario era muy difícil recibir una partida presupuestaria para reparar la Iglesia.
¡Menos mal que todos tenían móvil y podrían presentar videos y audios contundentes acerca de la verdad! Así consiguieron ser creídos ante ese hecho tan extraordinario. ¡La iglesia pudo ser reparada de los daños del Mal!