“Todo olvido está lleno de memoria”
Voy llegando a la ciudad casi a la misma hora todas las tardes. En ocasiones varío unos instantes. Instantes que pueden ser horas, incluso minutos. Todo depende. Hay personas que me reprochan esta tardanza, otros sin embargo la agradecen. Ayer tarde sin ir más lejos, en la intersección entre la calle Juan Fernández con Paseo Alfonso XIII, Lucía me esperaba ansiosa. Deseaba bajar a pasear a “Blaqui”, su perra y no fue capaz hasta que me vio llegar. Por el contrario algunas tardes, no recuerdo cuanto tiempo atrás, Benjamín y Claudia vieron interrumpido su dominical partido de tenis por mi arrebatada llegada, manifestando su disgusto notablemente. Poco después llovió. Estas situaciones también varían por momentos. Por ello me lo tomo con calma, voy a mi paso. La cuestión es llegar y en realidad siempre llego.
Avanzo por la ciudad con sigilo, entre las calles, aportando silencio y obligando a encender luces a mi paso. Me encanta pararme a observar detenidamente el casco antiguo a partir de la media noche, cuando todo el mundo descansa en sus hogares hasta la llegada del nuevo día, donde yo ya me habré ido.
La ciudad a estas horas es tomada por los fantasmas que habitan las calles, callejuelas y callejas del centro. Aquellos que un día fueron y hoy no son más que un esqueleto conservado, con mil historias arrebatadas de sus entrañas. Vidas y familias que un día ocuparon su espacio. Pero estos fantasmas no son aquellos de las películas de terror, ni de los macabros cuentos de William Wymark Jacob con su pata de mono…
Si la memoria no me falla, porque el tiempo está cargado siempre de memoria, aunque no lo parezca, existen en la actualidad veinte fantasmas repartidos por distintas calles del centro de la ciudad. Para ubicarlos con mayor facilidad los agruparé por su número y calle. Existe un fantasma en las calles Ángel Bruna, Serreta, Lizana, Plaza del Risueño, Subida San José, Gisbert, San Francisco, Honda, del Carmen y San Vicente. Dos fantasmas habitan las calles Duque y Morería Baja. Por último cinco fantasmas moran en la calle Cuatro Santos. Algunos de ellos van cubiertos por una enorme sábana blanca, otros por telas negras o verdes de hilo brillante. La gran mayoría, esqueletos medio desnudos, muestran sus restos, sujetos por enormes estructuras de hierro y acero contra la nada. Viven junto a nosotros, conviven con nosotros, no les vemos, pero están.
Visito a estos fantasmas y relleno de oscuro luto ese espacio vacío que queda tras ellos. Recordamos cuando los tiempos eran otros y hablamos por supuesto de planes de futuro. Qué construcción soportarán estos esqueletos centenarios y quienes volverán a poblar sus vidas, porque el fantasma es inmortal como yo, la noche.