Buenas tardes,
Vemos que ya ha sido colgado en su página el relato que enviamos al concurso, pero al hacerlo han suprimido la frase final del mismo.
Les remitimos de nuevo el texto a fin de que puedan corregirlo.
Un saludo, muchas gracias y feliz año nuevo!!
RELATO:
Pintorescos carteles y adornos anunciaban un romanticismo exacerbado impregnado en rojo fuego, símbolo de pasión desmesurada. Los escaparates exponían coacciones subliminales de lo que sería un buen regalo.
Hoteles y restaurantes prometían cenas para dos donde el despertar de los sentidos tomaría vigencia a través de olores, sabores, texturas y colores.
Todos a la sombra de Lamucca, que, como cada año, de manera exclusiva, abriría sus puertas esa noche. Una vez más las reservas se habían realizado con premura, dado que la lista de espera rondaba el año. Aun así, los ánimos no decaían en la ardua tarea de ocupar una mesa.
El ambiente, la luz tenue amenizada por el sonido hipnótico de melancólicos violines, impregnaba todo de un romanticismo tácito que imbuía al comensal en una paz interior armonizada con el sentimiento que hasta allí les había conducido.
Cada mesa estaba adornada por un minimalista jarrón, donde dos rosas, blanca y roja, se rozaban casi sin tocarse, como la primera caricia de los amantes, bajo la llama de una vela que alumbraba con timidez, creando un halo de luz que delimitaba una frontera intima entre las parejas.
El champagne jugueteaba efervescente contra el cristal de las copas que esperaban ser alzadas en un brindis que perpetuara el sentimiento en dos palabras: para siempre.
Los camareros danzaban rítmicamente entre las mesas; los platos firmes en las bandejas que bailaban sobre sus manos, emanando el evocador aroma de la exquisitez embriagadora en una atmosfera de pasional gula.
El primer bocado deshacía la carne, dejando en los paladares un sabor imposible de describir. Las emociones afloraban en ellas con un gesto de satisfacción reflejado en una sensual caída de parpados al degustar el manjar meloso que se repartía por sus papilas, ensalzando un sabor libidinoso ante la complaciente mirada del amado.
Todo confluía en armonioso compás mientras, inundados por aquella ola de sensaciones, sobre ellos se tejía una tenue telaraña de perversión.
En la cocina, en simultánea coreografía, preparaban las delicatessen. El chef, cual director de orquesta, marcaba la pauta a seguir. Los cuchillos picaban a velocidad de vértigo; Los fogones refulgían; Las esencias diluían en el aire un preludio perturbador; Los sabores, potenciados por especias, jugos y cremas, bosquejaban hermosos paisajes sobre los platos. La explosión de colores salpicaba aquellos lienzos de porcelana con una puesta en escena provocadora que ocultaba muchos secretos.
El chef, imbuido en sus pensamientos, rememoraba sus actos más ignominiosos. Con la maza descargaba su ira en la carne, como si cada golpe purgara un pecado. Aquella sensación flagelante le acercó al éxtasis.
El sonido de la cámara frigorífica al abrirse le devolvió a la realidad. Miró con velado desdén uno de los cadáveres que, junto al resto de cuerpos descuartizados, tímidamente asomaban colgando de imponentes ganchos.
El negro pozo de sus pupilas lo absorbía todo; su ausencia de emoción ante aquella dantesca visión era aplastante; bajando su mirada a aquel plato que creado de la muerte nutría vida, pensó:
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