Era de madrugada. Fran ya se había arrepentido de aceptar el horario nocturno en el popular restaurante Lamucca. Su trabajo consistía en recoger y limpiar el establecimiento para que estuviese impoluto de cara al día siguiente.
Era su primer día y el gerente fue bien claro al respecto. Antes de marcharse éste y dejarle solo le advirtió: “Que pases una buena noche. Y… buena suerte”, para, a continuación, marcharse sin más.
Se suponía que aquello era temporal, ya que soñaba con ser un gran chef y ese era el primer paso en su ascenso a la gloria.
Estaba recogiendo las sillas, cuando de repente escuchó un ruido. En un primer instante prefirió no darle demasiada importancia, ya que no era muy valiente, y a cualquier indicio de peligro salía por patas. Pero claro, necesitaba ese trabajo.
Siguió a la suyo, cuando volvió a escucharse un ruido. La sorpresa de Fran fue mayúscula cuando comprobó que las sillas que había colocado sobre las mesas estaban puestas de nuevo en su lugar, como si algún cliente tardío fuese a cenar a deshoras.
En un primer momento pensó que debía ser una broma del gerente o algún camarero con demasiado tiempo libre, por lo que comenzó a advertir en voz alta: “Es mi primer día, por favor, dejadlo ya”, pero no recibió ninguna respuesta.
Bastante inquieto y temblando, cogió las sillas y las coloco de nuevo sobre la mesa. Se dio media vuelta y prosiguió con su faena, cuando volvió a escuchar el particular sonido, que no era otra cosa que el movimiento de las sillas volviéndose a colocar.
Fran comenzó a sudar de forma indecente. Con mucho cuidado, volvió a colocar las sillas sobre la mesa y se giró, solo que esta vez no tardó ni dos segundos en darse la vuelta para pillar al travieso individuo con las manos en la masa.
El único problema es que, en vez de prender a un empleado chistoso, se topó con un ente flotante, con una sonrisa tétrica e intenciones sospechosas.
Fran corrió presa del pánico, mientras aquel fantasma le perseguía por todo el restaurante. Se encerró en el cuarto de mantenimiento, hasta que el gerente apareció a primera hora y abrió la puerta.
-¿Una noche movidita? –le dijo el gerente.
Fran no articulo palabra alguna, dirigiéndose a la puerta por la puerta, dispuesto a no mirar atrás, cuando el gerente le detuvo.
-Escucha, muchacho. Si quieres yo termino lo que te dejaste anoche, pero necesito que vuelvas a la misma hora que ayer. Te pagaré el doble.
Fran estuvo meditando. Al fin y al cabo, necesitaba el dinero. Aceptó, a pesar de su cobardía, ya que tenía un sueño que cumplir.
No sabía qué le iba a esperar en unas horas, pero estaba seguro de que nada ni nadie iba a detener sus sueños de ser un gran chef. Ese travieso fantasma podía prepararse para lo que estaba por llegar. Iba a ser una noche… interesante.