Era una de aquellas noches oscuras donde te sientes perdido, no reconoces tus manos y no entiendes por qué estás dentro de tu cuerpo. Así me sentía cuando Ella apareció, de la nada, pálida y blanca, quería rodearme con sus brazos, yo no la dejaba. Olía a tiempo, a mármol, a copal. Insistía en abrazarme, yo corría, escondiéndome entre árboles en ese bosque de densa niebla. Mi corazón palpitaba, no podía ir más rápido, la sentía acariciándome la cintura. Sin embargo, esa noche no me alcanzó, solo vino a jugar… sabía que regresaría pronto, más rápida, más fuerte y con más ganas. Abrí los ojos agitada, seguía en cama, mi padre me miraba preocupado, noté mi frente mojada en sudor, me sentía lejos, desconectada de él, de mí, también de Ella, la del sueño. Estaba en un limbo difícil de descifrar. De repente apareció de nuevo por la ventana, saltó encima de mi papá y se lo comió. Había sangre por todas partes, mi papá gritaba. Postrada en la cama me salpicaban sus órganos, me vi de niña, vi a mi mamá, vi a mi hermano, y vi como Ella se lo llevaba a él primero. Sus pedacitos de ganas y de vida quedaron por toda la habitación, en el suelo, en las paredes, los veía desaparecer uno a uno. Los paramédicos intentaban recuperarlo pero no había manera, su corazón había decidido dejar de latir, no podía soportar ver como se iba lo que más amaba en su vida, así que decidió irse antes. Pensé que Ella era mala. Cuando cerré los ojos apareció de nuevo, sonreía a carcajadas y me miraba. Mostraba su poder inquebrantable, sus ansias de vidas, sus ganas de seguir haciendo su trabajo. Sus muelas esta vez venían más afiladas, aun estaban manchadas por la sangre de mi papá. Yo me sentía débil, sabía que esta vez no podía hacerle frente, así que me estiré en el suelo para que me tomara rápido, para que extirpara cada pedacito, cada recuerdo, cada fragmento de amor que quedaba en mi cuerpo. Vino lenta, disfrutando del momento, se estiró encima de mí, me acarició la cara, sus manos gélidas ahora ardían, me miraba fijamente, en ese momento vi que no lo quería hacer, no quería llevarme. Ella existía porque yo existía. Su esencia se iba conmigo, ya que en ese planeta, en ese lugar, prácticamente ya no había vidas. Nos miramos fijamente y vimos que el miedo era mutuo, yo no quería irme, ella no quería que yo me fuera. Suspiró, abrió sus manos y me devoró. Vi como mis partes saltaban por todos lados, caras que amé, mi familia, mi primer beso, incluso sensaciones olvidadas… mi vida entera en pedazos llenos de sangre me rodearon hasta que ya no fui.