La pareja se detuvo frente a la entrada del restaurante mientras otros clientes entraban y salían. Jason se percató de que la gente lo miraban a él y su compañía con recelo y extrañeza. Pese a ello, no prestó atención y leyó el cartel: “Restaurante La muerte”. El hombre volvió a leer para asesorarse de su error, y sus ojos corrigieron “Restaurante Lamucca”. Su compañía, Tomás, lo miró y le sonrió.
Ambos entraron dentro del local olvidando el percance. A Jason le pareció entrever una ¿cucaracha? metiéndose por un recoveco.
Tan pronto como les atendió el camarero, pudieron sentir la sensación de calidez y confort que proporcionaba aquél restaurante revestido con una elegancia desenfadada…
Alegría y tranquilidad eran adjetivos que compartían todas las personas que allí dentro comían.
Tomaron asiento en una zona más alejada y menos transitada. De pronto, Jason sintió frío por todo el cuerpo, y le dio la impresión de oír el ruido de los motores de una enorme nevera.
Ambos hombres pidieron el menú, hablaron y bromearon. Los dos sonrieron sensualmente. A punto de hablar, el camarero los interrumpió, depositando en el centro de la mesa una enorme pizza, cuyo olor cautivó a Tomás, pero no a Jason, que se tapó automáticamente la nariz al oler el hedor putrefacto que de ella emanaba. A punto de vomitar, trató de decir algo, pero Tomás ya estaba cogiendo la pizza para saborearla. Jason se quedó allí, petrificado, observando con helada y pasmosa estupefacción, los gusanos que caían de la comida y los que entraban a la boca de su pretendiente.
Sintió un mareo. Tembló. Luego, se recompuso.
-¿No comes? -le dijo Tomás, entusiasmado, llenando de halagos la comida podrida y llena de larvas.
¿Es que no lo veía?
Tan pronto como se hizo la pregunta, el fenómeno se detuvo. Miró convulso lo que sucedía, acallado de horror y conmoción.
La tranquilidad no duró.
El camarero trajo más comida, un montón de comida. ¿Cuándo habían pedido tanta? Una mezcla de olores repulsivos y desagradables llenaron el ambiente, como a carne podrida y puchero picado. Jason no lo soportó y vomitó encima de la mesa. A consecuente, su vómito comenzó a hervir, y de las pompas que explotaban, cucarachas y hormigas salían en dirección a ambos hombres. Jason saltó de la mesa bruscamente gritando a modo de alarmar. Volvió a chillar al ver que estaba cubierto de sangre. Vio a Tomás desplomado sobre la mesa. Por su boca, nariz y oídos comenzaron a entrar todo tipo de insectos que allí había. El cuerpo de Tomás se agitó violentamente. Jason estaba enloquecido de pánico, y retrocedía mientras contemplaba como de los ojos, ahora podridos de Tomás, salían gusanos y cucarachas, al tiempo que, la sangre emanaba de entre sus labios acompañada de cucarachas gigantes que bajaban y subían de su garganta.
Jason corrió en busca de la salida pidiendo ayuda.
Lo cierto era que nunca habían entrado, pero tampoco habían salido.
Encontraron dos cadáveres en descomposición en la bodega.