Amigos que disfrutáis cercenando esperanzas y vidas, bienvenidos al mindfulness. Permitidme que comparta con vosotros unos consejos que, aplicados a vuestra rutina diaria de dolor y lágrimas, hará que disfrutéis aún más de cada instante de acoso, tortura, violencia y ensañamiento con vuestras víctimas.
- El aquí y el ahora. Oh, sí, no hay nada como rememorar lo que hiciste en aquella cabaña perdida en el bosque con la sierra mecánica, pero si lo que vas a utilizar esta noche es una docena de anzuelos, ¿por qué no te centras y disfrutas del aquí y el ahora? Céntrate. Disfruta.
- No seas crítico. Observas el cadáver desmembrado en el suelo de la cocina y te dices: ya he terminado. ¡No te limites! No dejes que tu mente se interponga en tus ideas locas. Si quieres clavetear el cadáver en la pared del salón, junto al televisor de sesenta pulgadas, ¡hazlo!
- Sé paciente. ¡No hay prisa! Estás estrangulando al padre en el garaje y ya tienes la mente puesta en la madre que se ha encerrado en el cuarto de baño. Disfruta de ese instante de asfixia antes de sacar la taladradora de la caja de herramientas.
- Quiérete. ¿Quién no ha olvidado ponerse los guantes antes de abrir la puerta de cristal del jardín? ¿Quién no ha tenido que volver al escenario del crimen para confirmar que la víctima estaba realmente muerta? No te mortifiques si lo planeado no sale como esperabas. La vida y la muerte son así.
- Como un niño. Ten siempre la mirada de asombro de un niño. Sí, cuando el cuchillo se hunde en la tráquea la hemorragia de sifón que provoca es tan característica que los forenses son capaces de determinar el ángulo de entrada en función de las manchas de sangre en las paredes. ¿Y qué? Cada pared es distinta. Cada cuchillo es distinto. Y no hablemos ya de las gargantas de las víctimas.
- Acepta lo que viene. Si esa mujer te ha hundido las tijeras en el muslo, quizá lo mejor sea acabar cuanto antes con ella y largarte a casa a lamerte, o quizá mejor suturarte, las heridas. Quejarse de lo que ha ocurrido no sirve de nada. Adaptación al cambio, esa es una de las virtudes de un buen asesino en serie.
- No te aferres. Olvídate de trofeos y recuerdos innecesarios. ¿De qué sirven esas orejas en la vitrina del salón? ¿Y qué sentido tiene conservar una cabeza en el congelador del garaje? Estás impostando recuerdos que donde deben estar es en tu mente. Hazme caso, tu abogado también estaría de acuerdo conmigo.
Espero que estos consejos os hayan servido para unir el mindfulness con el asesinato en serie. Estoy convencido de que ambas disciplinas no solo son compatibles, sino que se complementan. Disfrutad de la experiencia, meditad sobre ello y compartidlo con nosotros en nuestras redes sociales. ¡Y no os olvidéis de hacerlo bajo seudónimo!