El doctor fue muy explícito: es fundamental que tome la medicación después de cada comida, de otra forma podría olvidar las cosas y volver a las andadas. Como cuando aparecí desorientado en un centro comercial, o perdido en una estación de tren de provincias, o vagando desnudo por la calle una noche de febrero siempre sin recordar quién era ni dónde estaba.
Y el caso es que ahora no recuerdo si la tomé o no. De hecho, no recuerdo nada.
No sé si ésta es mi casa, no recuerdo cómo he llegado aquí ni cómo he entrado. Tampoco recuerdo si he sido yo quien ha dejado las luces encendidas. Con lo que me molesta que dejen las luces encendidas, todo ese gasto inútil en electricidad. Es algo que no soporto y que hace que me lleven los demonios. Maldita sea, debería haber tomado la pastilla. ¿Lo hice?
No recuerdo quien es esta señora mayor, sentada en el sofá, mirando el televisor. Espera, no creo que lo esté mirando de veras, tiene la cabeza girada en un ángulo raro, parece desnucada. Sí, tiene el cuello roto, sin duda. ¿Quién será esa anciana? Sale en alguno de estos cuadros del salón, en esta foto familiar que parece tomada en alguna playa del sur. Los padres, la abuela, los niños. ¿Seré yo el hombre que aparece en la foto? ¿Y esa mujer? ¿Será mi esposa? Han dejado las luces encendidas en la cocina también. Qué vergüenza, qué despilfarro absurdo. ¿Es ésta la cocina de mi casa? Reconozco ahora a la mujer de la foto, es ésa que está tumbada en la cocina, toda ensangrentada con la garganta rajada. Dios mío, vaya carnicería. La han apuñalado al menos veinte veces.
Esas luces encendidas, no lo soporto más, debería haber tomado la pastilla. ¿Qué pastilla? ¿Y el hombre de la foto? ¿Quién es? Creo que se me parece. No lo sé, no recuerdo bien mi cara.
¿Y qué son esos llantos que oigo? Parecen de unos niños Los gritos vienen de esa habitación. ¿Tengo yo niños? No recuerdo nada, no sé nada. Qué desastre.
Lo que sí sé es que tengo este cuchillo ensangrentado en mis manos. Y que han dejado la luz encendida.