Un olor entre dulce y cítrico. «cloroformo» Tiene sed.
—¡Despierta!—
Un sobresalto. La luz es molesta. Siente una punzada al abrir los ojos. Está sentada, sobre su ropa. Algo se le clava en el muslo. Ana cree que es la hebilla del cinturón. No puede moverse.
«¿Qué pasa?» Empieza a atenazarle el pánico. Un pánico primitivo, profundo.
Sus pupilas se adaptan. Consigue enfocar. ¿Julia? ¡Julia! Julia está desnuda. Despatarrada. Atada sobre la cama. Solloza. Le implora con la mirada. Ana se retuerce para zafarse de las ataduras. No lo consigue. Hay alguien más en la habitación. Un hombre.
Lo reconoce. Es el vecino. No recuerda cómo se llama.
—Te esperábamos. —dice él. Se quita los pantalones. Ana puede ver que está excitado. El hombre «¿cómo se llama Dios mío?» se humedece lascivo los labios. Agarra su palpitante badajo con la mano.
Ana entiende lo que va a ocurrir «con esa estaca la empalará». Grita.
El hombre sonríe. Pellizca a Julia en el muslo. La niña aprieta los ojos.
—¡Dios mío, vas a desgarrarla! !Solo tiene nueve años! —suplica Ana.
El hombre unta lubricante «¿donde lo llevaba?» a Julia. Entre las piernas.
—¡Dios mío, Dios mío, no, no, no! ¡házmelo a mí! —El hombre se detiene.
—Tú vas después. —dice el hombre. Mira hacia la mesita.
Ana ve un cúter. Van a morir. Destripadas. Será horrible.
—Primero por aquí. —le dice sonriendo a la niña.
El hombre introduce con rabia su miembro a Julia. Brama de dolor.
Ana siente un frío glacial «¿apagué la calefacción?»
Julia sonríe. «¿pero qué cojones?»
Descoyunta sus articulaciones de forma extraña. El hombre jadea y gruñe mientras empuja su nauseabundo falo hasta el fondo de la niña, reventándola. No se da cuenta de nada. Ana ve a su hija «¿su hija?» soltarse de las ligaduras que la aprisionan. Atrapa al hombre con las piernas. Aprieta. Suena un horrible chasquido. El hombre se dobla sobre la cama. Grita. Le acaba de partir la columna. Julia se incorpora de forma extraña y agarra la cabeza del hombre. Ríe. Él boquea de miedo. Un aterrador apéndice palpitante sale de la boca de Julia y le marca una extraña señal. En la cara. «Padrenuestroqueestásenloscielossantificado…»
—Tenebris vocat te… —susurra Julia. «¿Y esa repugnante voz?¿es Julia?»
El hombre se dobla sobre sí mismo. Tiembla y se enrosca de forma antinatural. El sonido de huesos y cartílagos astillándose resuena. Se retuerce y encoge mientras la carne se pliega hasta lo indecible. «DiosmíoDiosmíoDiosmío» La sangre lo impregna todo. El espantoso suplicio hace aullar al hombre. El sonido del cuerpo implosionando supera la razón. Al final solo queda una diminuta masa ensangrentada, palpitante. Desaparece. Sin más.
El demonio se acerca. Se mea encima.
«Mierdamierdamierdamierdamierdamierda»
Julia la desata. Ana escucha la respiración estentórea.
En el dormitorio todo vuelve a ser normal.
—Ya pasó mamá —dice Julia, secándose la entrepierna. Con el camisón.
«¡Joder!»
Julia sale, deteniéndose en el umbral. Se gira.
—¡Es míamíamíamíamíamíamíamíaMÍA!— grita con un rictus demoníaco. Su boca regurgita un espeso líquido negro.