Siguió corriendo para perdérsele a lo que lo perseguía, cruzó el semáforo por el improbable puente que no debía estar ahí, él lo sabía pero no podía detenerse por aquella nimiedad, menos en aquel momento. No podía dejar de correr ni por un instante. Volteó rápido para ver como las dos sombras amorfas habían quedado un poco retrasadas, entonces intentó meterse en el primer edificio a su alcance, pero este se encontraba cerrado. En esa pausa, en ese maldito segundo que se le ocurrió detenerse, las dos sombras, con forma humanoide esta vez, estaban de nueva cuenta a solo unos pasos. Reactivó la huida por aquella avenida borrosa, conocida de toda la vida pero nueva a la vez, por donde transitaban muchos autos… ¿o se encontraba vacía?; no lo sabía, ni si era de noche o de día, o si era presente o pasado, y no importaba, lo único que importaba era no dejar de mover las torpes y pesadas piernas. Su corazón latía con desesperación mientras su cuerpo parecía de roca. No pudo más, las piernas se detuvieron, los músculos se engarruñaron, se sintió perdido, se supo derrotado. No habiendo escapatoria, se puso valiente y con movimiento rápido se giró de frente a las sombras un segundo antes de que éstas, sin detenerse, le atravesaran el pecho, llevándose con ellas sus pulmones. Entonces despertó alterado, empapado en sudor, y supo con certeza que no volvería a fumar.