La bolsa de frutas cae con gran apremio sobre la mesa, una exhalación completa el ambiente de cansancio.
- Ven, siéntate un momento hijito, ¿tienes sed?, ¿quieres un juguito?
- Muchas gracias señora.
La anciana sirve jugo en un vaso y lo lleva hasta la mesa del comedor donde se encuentra un joven.
- Y dígame, ¿usted vive sola, acá?
- No, no, ¿cómo cree?, vivo aquí con mi marido, pero él es un viejo, y siempre está ocupado reparando cosas viejas, viejas como ambos.
La risa cómplice entre los dos ameniza el ambiente, mientras un anciano en otro lugar de la casa, en penumbras trata de sintonizar una emisora radial al mismo tiempo que ensambla pequeñas piezas de alguna máquina, al fin la radio emite un sonido, la voz del locutor suena, - Y aquí estamos otra vez -, la señal es interrumpida y el anciano trata de sintonizarla con más énfasis y cuidado, sin obtener resultado. Iracundo toma su aparato auditivo que lleva en su oído, lo manipula, y antes de volverlo a colocar, una voz susurrante le replica al oído, - Aquí estamos otra vez -.
Desde el comedor se escucha.
- Viejooo, a comeeeer
- Ya voy, ya, voy
Contesta el anciano, en tono suave y calmado sin importarle si le escuchan o no; dejando la radio encendida, se pone en pie y camina repitiendo, - ya está aquí, ya, está aquí.
En el comedor la mesa está servida, y sentado en un extremo el joven muy sonriente, acompañado por la anciana de pie, esperando la llegada del anciano, que entra y observa la escena y replica.
- Ya estamos aquí
- Buenas tardes señor
- Buenas tardes jovencito, ¿Cómo está?, gracias por ayudar a mi mujer con la compra -, aduce mientras se sienta lenta y dificultosamente.
- No, gracias a ustedes por invitarme a cenar.
De pronto, la tranquilidad del ambiente se siente amenazada por una presencia que los observa desde la cocina, siendo el anciano el único que se percata de aquello, toca su audífono y se levanta lentamente de la mesa diciendo
- ¡¡Vieja¡¡, ¡¡el postre¡¡, para nuestro invitado
- Si, si, ya voy
La anciana sigue al anciano hasta la cocina vociferando. - ya estamos aquí, ya estamos aquí -, mientras el joven continúa bebiendo, siente su cuerpo extraño, rígido y sin control.
En la cocina, la anciana toma un cuchillo y lo limpia cuidadosamente, el anciano se retira su aparato auditivo y abre la puerta del refrigerador, encontrándose adentro cabezas humanas cercenadas, lo cual no incomoda al anciano que reacomoda una de estas para sacar el postre del fondo de la bandeja, mira con detenimiento hacia dentro antes de cerrar la puerta y repite por última vez
- Ya estamos todos aquí.
Se dirigen al comedor, entrando primero el anciano con el postre y tras de él, la anciana con el cuchillo en alto, encontrando al joven en el mismo lugar paralizado y con una mirada aterrada.
FIN.