Mírate en un espejo, observa tu sonrisa. Observa tu rostro nuevo que nunca te podrán quitar. Limpia tus manos ensangrentadas y deja limpio el lavabo, no dejes rastro alguno. Siento dicha dentro de mí porque Dios me ha marcado con su mano divina. Ahora si soy yo, ahora mi reflejo es el verdadero.
Con las yemas de mis dedos toco mi frente, tengo un cutis y una piel suave, seguidamente paso mis dedos por mi nariz explorándola como si fuera una ciega, reconociendo mi nuevo rostro, mis emociones aumentan y mis lágrimas amenazan con salir, pero no lo haré nunca más porque por fin soy feliz y tengo todo lo que quiero.
Pero como todo en mi vida esa felicidad me dura poco, observo como algo se desliza por mi mejilla a la altura de la mandíbula un ligero líquido comienza a caer, toco para averiguar qué es y parece sangre. Acaricio el preciado líquido entre mis dedos y paso un poco por la punta de mi lengua para probar y confirmar que si, en efecto es sangre.
¿Por qué me sale sangre de los pómulos?, observo donde me encuentro, un cuarto de baño desconocido para mí. Hecho un paso hacia atrás alejándome del lavamanos y tropiezo con algo que hay en el suelo. A mi lado, el cuerpo de una mujer joven inerte boca abajo, me acerco a ella y la toco para comprobar si está bien, no obtengo respuesta, la muevo para ayudarla y al girarla su rostro no está, solo le veo músculos y sangre. ¿Quién demonios es esa mujer?, ¿dónde demonios estoy? Me incorporo asustado y vuelvo a ver mi imagen en el espejo, entonces todo vuelve a tener sentido en mi cerebro y recuerdo todo lo ocurrido desde esta mañana.
Me levanto como cada día al sonar mi despertador, me preparo mi ropa, me ducho, me visto y me marcho dirección al trabajo. La carrera de derecho que curse en la universidad, me permitió estar trabajando cada día en el despacho que mi padre había montado. Me agobia pero es lo que mis padres escogieron para mí y debo resignarme. En mi oficina mi secretaria me informa que la nueva chica que ocupara su lugar llegara en breve, le asiento con la cabeza diciéndole que me la presente cuando llegue. Cuando ella entró en mi despacho todo cambio para mí. Era yo, era mi rostro perfecto el que siempre había deseado.
Se quedó junto a mí todo el día mientras le daba instrucciones, me gane su confianza y acabe en su casa literalmente arrancándole su cara. No podía creer lo que había hecho, mi mente racional hizo quitarme su rostro del mío dejándolo caer sobre su cara. Como pude se la volví a colocar apartándome y saliendo del baño.
Me siento en su cama y aun podía observar el superior de su cuerpo frente a mí, ¿qué había hecho?, no quería ir a la cárcel, todas mis huellas estaban por toda su casa, supongo dentro de ella porque habíamos follado. Era un mal nacido, no merecía vivir, sin pensarlo, cogí el bisturí que había utilizado para quitarle su rostro y corte mi cuello.