En un relato de Borges, del cual no recordaba el título, se le había quedado impregnado el hecho de comenzar el primer renglón con el lugar en donde sus ojos habían leído por primera vez aquel nombre, que ahora tampoco recordaba.
Osvaldo Cabolpot. Ese era el suyo, el que lo perseguiría, o acaso sería él mismo el perseguidor de algo que estaba seguro jamás había leído, o visto, o escuchado, o percibido por alguno de sus sentidos. Visión de Osvaldo Cabolpot. Tocar Osvaldo Cabolpot. Olor a Osvaldo Cabolpot. Gusto a Osvaldo Cabolpot. Escuchar Osvaldo Cabolpot.
Nunca recordaba lo que ocupada sus pensamientos por la noche, lo que llaman sueños, por lo que ni siquiera aquella idea ocupaba una posibilidad, una respuesta.
Osvaldo Cabolpot.
Lo nombraba una y otra vez, deseaba escucharlo, no imaginaba cómo, pero olerlo, golpearlo, tirarlo al aire, apretarlo, tragárselo, saciarse de aquello que no conocía.
Osvaldo Cabolpot.
Comenzó a escribirlo en los baños de las estaciones de tren por las que pasaba al acudir a su jornada laboral. Primero lo hizo en la que era su punto de partida, así como en la que culminaba su viaje. Después comenzó a detenerse azarosamente en algunas del medio. Después se fue bajando en todas y cada una de ellas. En cada baño escribía, primero lo hizo con birome sobre las puertas de madera, luego lo hizo con marcador en paredes, luego con brochas por techos, suelos, espejos.
Osvaldo Cabolpot.
Un día decidió que no iría a trabajar ese día, algo más importante tenía por hacer.
Osvaldo Cabolpot.
Osvaldo Cabolpot en las esquinas.
Osvaldo Cabolpot en los vagones de trenes.
Osvaldo Cabolpot en los suelos de las estaciones, en andenes, en plazas, en puertas, en autos. Osvaldo Cabolpot en el pensamiento de un hombre que ve pasar un tren, un auto. En el pensamiento de un hombre que se sienta en un banco de plaza.
Osvaldo Cabolpot.
Con birome comenzó en sus brazos. Osvaldo Cabolpot.
Osvaldo Cabolpot en su pecho.
Osvaldo Cabolpot en sus piernas.
Una mañana tomó un vaso de vidrio de su cocina y, rompiéndolo, lo escribió en la palma de su mano, en rojo. Luego en su pecho, nuevamente. En sus piernas, sus mejillas.
Osvaldo Cabolpot en rojo en su frente.
Osvaldo Cabolpot en su sexo.
Los ojos se le fueron cerrando de a poco. Ya no lo podía detener, las pocas fuerzas que le quedaron le alcanzaron para escribir sobre su lengua.
En su lápida solo hay dos palabras debajo de las fechas de nacimiento y deceso.