—¡Siempre serás un mal escritor! —me gritó con burla y saña, cuando terminó de leer mi primer cuento. Él, que tantos relatos de éxitos había publicado.
Era la hora en que el ocaso les abría las puertas a la noche y las sombras aleteaban como crías de cuervos.
—¡Debes escribir con el alma, con la carne de tu fracasada humanidad!
No me dolieron sus últimas palabras, sino el grosero chasquido de su lengua.
Entonces...escribí con mi cuchillo sobre su cuerpo , mi segunda historia.