Eran las doce en punto de aquella noche en la que el viento y la lluvia tan intensa hacían gritar la cristalera.
Todo el restaurante estaba en semi oscuridad, salvo por las luces de emergencia. Dentro, las sombras pululaban por el local, al parecer, los árboles movidos por el viento hacía que pareciesen personas entrando a consumir.
En la cocina, acabando de recoger se encontraban Lucio y Marcos. Se disponían a dar por terminada aquella desapacible jornada de viernes trece.
-Voy a sacar la basura Lucio, y ya cerramos.
-Muy bien hermano- contestó a Marcos, mientras observaba como salía por la puerta de atrás.
De repente, un grito sobrecogedor puso en alerta a Lucio.
-Marco ¿qué ha pasado? – No obtuvo respuesta.
-¡Marco! ¿Eres tú? ¿Marco?
Lucio, al no obtener ninguna respuesta, comenzó a asustarse y avanzaba temeroso hacia la sala de comensales para comprobar qué pasaba.
Algo le hizo girar, se volvió tembloroso, al ver su propia sombra reflejada en los congeladores de acero inoxidable.
-¡Marco! Si es broma, no tiene gracia ¡Marco!
Mientras gritaba el nombre de su compañero, avanzaba en la penumbra de aquella sala, iluminada, sólo, por las veces que ese árbol se movía de un lado a otro azotado por el temporal, y dejaba pasar la tenue luz de la farola.
Lucio, temeroso, caminaba errante hacia otra de las estancias donde le parecía oír murmullos, tal vez fuera Marcos, que estaba salvaguardando a alguien del temporal.
-¡Marco!- No obtuvo respuesta.
Mientras sólo sentía ese frío, que al parecer entraba por uno de los ventanales que no estaba bien sellado, pero que erizaba la piel. Al llegar a ese lugar, Lucio observo bien definida una sombra, no se veía bien, la luz hacía rato que dejó de funcionar por el fuerte viento.
-¿Marco? – sólo pudo obtener un terrible silencio
-¡Marco!-esta vez Lucio gritó- ¿Qué ha pasado?
De repente, sin esperarlo, Lucio sintió que tocaban su hombro, y exhaló, como queriendo soltar de pronto toda esa tensión acumulada desde hacía un rato.
-¿Qué hacías, te esperaba fuera? ¿Con quién hablabas?- Lucio miro sobrecogido, por ver a Marco a su espalda- Parece que has visto un fantasma.
-Marco, es,es,estabas allí, sentado- tartamudeaba Lucio, sin creerlo
-¡Venga ya! Allí no hay nadie.
De repente, como si de un huracán se tratase, sillas y mesas cayeron al suelo, acompañados de una ventolera que más pareciese que estaban en la calle durante la tormenta.
Marco prendió una vela. Allí no había nadie.
A la mañana siguiente, con el restaurante repleto, como siempre, durante el desayuno, todos comentaban la noticia de la primera página.
El día antes, durante las obras en casa del señor Martín, en la calle contigua al restaurante, habían desenterrado el cuerpo de un joven. Al parecer, se trataba de Bosco León, desaparecido hacía treinta años, cuando contaba diecisiete, el mismo día, que el único hijo del señor Martín se tiró al paso del tren de mercancías.